Cullera revive la Aurora de Sant Antoni con el esplendor de antaño

Altares de comisiones fallera y particulares, procesión hasta el mar y chocolate con churros marcan una madrugada de reencuentro con las tradiciones

Cullera

Cullera despertó en la madrugada del domingo con los ecos del pasado más luminoso. La Aurora de Sant Antoni, una de las tradiciones religiosas más antiguas y queridas de la localidad, ha recuperado, año tras año, parte del esplendor que vivió durante la década de los años ochenta, gracias a una participación masiva y renovada implicación de las comisiones falleras.

Desde antes de las primeras luces del día, a las cinco de la madrugada, la imagen de la Moreneta salió de la parroquia de los Santos Juanes y el recorrido cobró vida con los altares que las distintas comisiones habían instalado con esmero a lo largo del itinerario. Cada altar, decorado con flores, velas e imágenes de la Virgen, ofreció un testimonio visual y espiritual del fervor popular que se está revitalizando en Cullera.

Uno de los momentos más destacados de la jornada fue la participación, por primera vez, de cinco comisiones falleras acompañando a la imagen de la Virgen en su recorrido. La salida, directa desde la iglesia de los Santos Juanes, marcó el inicio de una procesión llena de emoción, devoción y belleza, que finalizó en la orilla del mar, donde la Virgen fue paseada junto a las olas en un acto de profunda simbología.

La escena es de una plasticidad sobrecogedora: la figura de la Virgen, alzada sobre los hombros de los portadores de la Aurora de Sant Antoni, recortada contra el azul naciente del Mediterráneo, con las barcas de pesca y de recreo ancladas al fondo como silenciosos testigos del momento. Desde varias embarcaciones, se lanzaron cohetes al aire como muestra de agradecimiento por la visita de la patrona al mar, en una fusión perfecta entre tierra, fe y marinería.

La jornada culminó con otro gesto que forma parte del imaginario colectivo de generaciones anteriores: la recuperación del tradicional chocolate con churros. Una vez concluida la procesión, cientos de vecinos y participantes regresaron juntos al centro para compartir este desayuno típico que durante años acompañó la festividad y que ahora, con sabor a reencuentro, vuelve a convertirse en punto de unión y celebración.

“Volver a tomar el chocolate con churros tras la Aurora es volver a sentirnos pueblo”, comentaba una vecina emocionada. En un ambiente distendido, entre risas, anécdotas y el calor de la comunidad, se ha cerrado una madrugada que muchos ya consideran histórica.

Cullera no solo ha celebrado una fiesta: ha recuperado una parte viva de su alma.

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