La caña invasora brota en playas y campos de cultivo de la Ribera Baixa tras la dana

Cullera, Sueca, el Mareny de Barraquetes y el Perelló intensifican los trabajos de control para frenar una amenaza ambiental, turística y agrícola

Brotes de caña en las playas de la Ribera Baixa.

Brotes de caña en las playas de la Ribera Baixa. / Joan Gimeno

Joan Gimeno

Joan Gimeno

Cullera

La comarca de la Ribera Baixa enfrenta en estos momentos una consecuencia inesperada de la dana del pasado mes de octubre: la aparición de numerosos brotes de caña salvaje (Arundo donax) tanto en playas como en campos de cultivo. Esta especie invasora, resistente y de crecimiento rápido, está colonizando zonas afectadas por la acumulación de residuos y tierra arrastrada por las lluvias torrenciales.

Los municipios de Cullera, Sueca, el Mareny de Barraquetes y el Perelló ya han detectado focos activos tanto en zonas litorales como en márgenes de acequias, barrancos y parcelas agrícolas. La situación preocupa a ayuntamientos, agricultores y hosteleros por igual.

Según fuentes municipales, "estamos trabajando intensamente para que estos brotes no se conviertan en una plaga permanente. Sabemos que el crecimiento de la caña es muy rápido y, si no se actúa a tiempo, el problema puede multiplicarse", afirman.

La presencia de caña en la arena supone un problema ambiental y visual justo cuando se acerca la temporada turística. En Cullera, los servicios de limpieza ya han iniciado la retirada manual de brotes en zonas de playa donde la caña ha comenzado a emerger entre los restos vegetales depositados tras la dana.

“No vamos a permitir que esta vegetación afecte a la imagen de nuestras playas ni a la seguridad de los bañistas. Cada día se revisan los arenales y estamos reforzando la maquinaria de limpieza. Se está trabajando de forma conjunta las concejalías de agricultura y playas para poder realizar un trabajo de conservación de las especies autóctonas y luchar contra aquellas especies invasoras”, asegura el concejal delegado de playas del Ayuntamiento de Cullera Víctor López.

En el entorno agrícola, el problema se agrava. Parcelas destinadas a cítricos y hortalizas de temporada presentan ya cañas entre las líneas de cultivo, lo que dificulta las labores del campo y compromete la productividad. Agricultores de Sueca y el Perelló han advertido que la caña ha invadido incluso tierras recién niveladas y listas para sembrar.

Un coste económico importante

Eliminar la caña salvaje requiere actuaciones específicas. Los métodos más eficaces, según fuentes de las administraciones públicas serían, la extracción mecánica, tratamientos químicos o solarización, y "tienen un coste económico elevado, que puede oscilar entre 1.500 y 3.000 euros por hectárea, dependiendo del tipo de intervención y el grado de infestación".

Los ayuntamientos afectados han solicitado apoyo institucional para cubrir parte de estos costes y evitar que el problema se cronifique. Desde el Perelló, el concejal de Medio Ambiente subraya:

“Estamos en coordinación con las áreas de Agricultura y Medio Ambiente de la Generalitat Valenciana para poner en marcha planes de control. La prioridad es proteger tanto el paisaje como la actividad económica local.” han afirmado fuentes de los ayuntamientos afectados.

Una amenaza múltiple

La caña salvaje no solo degrada el entorno, sino que representa una seria amenaza para el equilibrio ecológico, la economía turística y la viabilidad agrícola de la Ribera Baixa. Si no se actúa de manera rápida y eficaz, este brote puntual puede transformarse en una invasión difícil de erradicar.

La comarca, que vive entre la tierra fértil y el atractivo del mar, necesita preservar sus dos pilares económicos: el campo y la costa. Los responsables municipales han coincidido en señalar que, pese a las dificultades, “se está haciendo todo lo posible para que esta especie invasora no condicione ni el verano ni las campañas agrícolas”.

La situación requiere vigilancia constante, recursos técnicos y unidad institucional. Porque lo que hoy parece solo una planta que brota, mañana puede convertirse en un enemigo silencioso del paisaje, la agricultura y el turismo de la Ribera Baixa.

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