La pala salvadora de Algemesí: la retroexcavadora que rescató a más de cien personas atrapadas por el agua
«Fue muy impactante ver a una pareja de personas mayores agarrada a una señal con la carretera inundada»


Alrededor de las seis y media de la tarde de hace un año comenzó a desatarse el caos en Algemesí. El agua del río Magro arrasó a su paso con casi todo. El casi resulta un elemento crucial, pues son muchas las vidas que se salvaron aquella aciaga jornada gracias a los numerosos rescates que se realizaron. El agente de la Policía Local Javi Barrera Masiá puede dar buena cuenta de ello, pues coordinó el traslado de más de un centenar de personas, con una pala excavadora, hasta el refugio improvisado en el que se convirtió la cooperativa agrícola.
«Hay una imagen muy impactante que será difícil olvidar de aquella noche. Íbamos guiados por la intuición y el conocimiento del terreno, aunque inseguros porque no sabías qué podía haber debajo del agua. Nos encontramos con un vehículo que se había quedado atrapado en un badén, había mucha corriente y no sé ni cómo no lo arrastraba. Un poco más allá, guiados por las luces de los coches parados en la carretera, nos encontramos una pareja mayor, que estaba agarrada a una señal de tráfico. Quizás, si llegamos media hora más tarde, ya no los vemos, les hubiese podido el agotamiento y el agua los hubiera arrastrado», rememora Barrera.

Un grupo de personas, subidas a una pala excavadora, antes de ser trasladadas a la cooperativa el 29-O. / Levante-EMV
Aquel fue uno de los muchos rescates que realizó a lo largo de la tarde y noche del 29 de octubre y durante la madrugada del día siguiente. Pero nada hacía pensar que aquel iba a ser el desenlace. «En las primeras horas, no pensábamos que se fuera a inundar todo el pueblo», admite, un año después de la catástrofe natural más trágica de la historia reciente.
El comisario jefe de la Policía Local, Erich Vanacloig, recuerda el momento en el que la situación empezó a complicarse. «Se había establecido un punto de vigilancia permanente en el puente de Guadassuar porque se tenía que desatascar de ramas y hojas al pensar que podía colapsar. Fue a eso de las seis y media, aproximadamente, un agente comunicó con un grito desgarrador: ‘Se desborda el río, se desborda el río’».
Los agentes se movilizaron hacia el lugar y tuvieron que cruzar las vías del tren, ya que no se podía acceder al Raval con coche. En un primer momento, lograron rescatar a una familia y ponerla a salvo en la zona del Carrascalet, pero el escenario pintaba cada vez peor.

Dos personas mayores, agarradas a una señal de tráfico durante la riada. / Levante-EMV
El teléfono de Vanacloig sonó en un momento de máxima necesidad. «Me llamó el propietario de la empresa Excavaciones Bou y me contó que iba a irse a casa con una máquina excavadora y en ese momento le dije que no podía irse a casa, que le iba a asignar a un policía y que se pusieran a sacar gente. Tuvo un don de servicio extraordinario», asegura el jefe del cuerpo policial. Avisó por radio a Barrera de que Vicente García, con el que había compartido aula en el colegio, se ponía a su disposición.
Ambos, subidos a la pala, intentaron acceder al Raval, pero resultaba imposible. «Allí la gente estaba desesperada, pero el agua iba ya con mucha fuerza y altura, quizás alrededor del metro setenta, y no se podía acceder», narra el agente. Tuvieron que cambiar de rumbo.

El agente Javi Barrera, a las puertas del retén policial. / Perales Iborra
«Decidimos volver por la circunvalación y atender las numerosas llamadas que se producían desde allí, de personas que estaban encima de techos de vehículos, atrapadas, con miedo. Al llegar a una de las rotondas de la CV-42 estaba colapsada: camiones y coches en todas las direcciones, ni siquiera se podía acceder con la pala», expone Barrera, que añade a continuación: «Fuimos cogiendo a todo el que pudimos, y que quiso venir con nosotros. Se subían en la pala diez o doce, los que cupieran, y los trasladábamos hacia la Copal, que se convirtió en un refugio para más de cien personas porque allí no llegó el agua, hasta las cinco o seis de la mañana».
Una vez allí, los rescatados encontraron acomodo en el comedor de la cooperativa, donde pudieron comer y beber. También recibieron ropa seca o pudieron cargar sus teléfonos móviles antes de regresar a sus hogares. «Aquel día dejó imágenes que perdurarán, no solo en fotografías, también en el recuerdo de las personas porque es algo que dejó una gran huella a nivel psicológico, prácticamente todo el mundo perdió algo», concluye Barrera.

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