En el instituto Tirant lo Blanc de Gandia la convivencia entre los alumnos ya no es un problema del que se tengan que preocupar los profesores. Y es que, desde hace unos años son los estudiantes los que deben resolver los conflictos que puedan surgir en el desarrollo del día a día en el centro.

Lo hacen, concretamente, a través del equipo de mediación. Se trata de un grupo formado por alumnos que no superan los 16 años. Se hace así porque, de ese modo, los implicados en algún altercado hablan directamente con quien mejor les entiende, es decir, alguien como ellos. Cuando surge un problema entre compañeros, de forma totalmente voluntaria, los implicados acuden al aula que el equipo dispone en la planta baja del centro a exponer su problema.

En ese mismo instante empieza la mediación. Se les cita para una reunión en la que solo están los dos afectados y una tercera persona que se encargará, unicamente, de tratar que ambos lleguen a un acuerdo satisfactorio mediante el diálogo. Las normas son claras. No se pueden insultar, nunca deben levantar la voz, tienen que hablar por turnos y el mediador juega un papel totalmente neutro, es decir, no debe dar la razón a ninguna de las dos partes. Lo que ocurre allí dentro es absolutamente confidencial.

El trabajo de este equipo consiste en hacer preguntas como «¿Cuál es el problema? ¿Como te sientes ante esta situación?». Además, debe escuchar activamente para, finalmente, tratar que los dos afectados encuentren, en un punto medio, una solución a su problema.

«El objetivo es que lo resuelvan ellos porque si lo solucionáramos nosotros, el problema seguiría existiendo», explicaban Desireé Mesa y María Viciano, dos de las veteranas de este grupo de mediación.

Una vez se llega al acuerdo, las partes firman un «contrato» en el que ambos se comprometen a respetarlo. Además, se fija una fecha para la revisión, puesto que el equipo de mediación lleva un seguimiento del conflicto para comprobar si se mantiene el pacto o si se ha recrudecido.

«El primer objetivo es el de mejorar la convivencia en el centro, por supuesto, pero, por otra parte, se trata de evitar la expulsión del alumno. Es decir, supone una alternativa a medidas más drásticas», según explicaba Joan Francesc Peris, uno de los profesores que asiste al equipo de mediación, junto a algunos más.

Tratan de que el incitador del conflicto empatice con el afectado para que pueda entender cómo se siente cuando le profiere un insulto o le habla de forma despectiva.

De momento, la iniciativa está funcionando, puesto que no solo hace que se solucione un problema puntual sino que ayuda a que los alumnos tomen conciencia para futuras ocasiones. «Lo normal es que una persona que viene a la mediación ya no vuelva porque ha aprendido la lección y se lo piensa dos veces a la hora de meterse con alguien», explican las jóvenes.

Formación a los mediadores

Mediador no puede ser cualquier alumno. Durante los primeros meses del curso, los profesores eligen a aquellos que creen que pueden servir para tal menester. A partir de diciembre se les forma mediante cursillos que se realizan en el propio centro y en los que aprenden las técnicas que posteriormente deberán aplicar.

«No todos sirven. Hay quien empieza y luego no le gusta y se lo deja o que directamente lo rechaza cuando se lo proponemos», apuntaba Peris.

Las alumnas explican, además, que «en el caso de que en el conflicto esté involucrado alguien cercano a nosotros no podemos mediar por conflicto de intereses y deben ser otros compañeros del equipo los que lo hagan».

Entre los asuntos en los que median están las peleas, amistades deterioradas, conflictos por prestar objetos o materiales y conflictos por los trabajos de clase.

Los resultados que se buscan con esta iniciativa son crear un ambiente más relajado en el centro, favorecer un clima de convivencia, desarrollar actitudes de interés, ayudar a desarrollar capacidad de diálogo entre los alumnos y, por supuesto, disminuir el número de conflictos.