Pienso, luego existo

José Miguel Borja

Pienso que los ciudadanos musulmanes de Gandia deberían haber salido a la calle para manifestar públicamente su rechazo a los atentados de los terroristas yihadistas en París.

Pienso en la debilidad de los gobiernos que, en aras de la tolerancia y el «buenismo», hacen posible que los países europeos permitan a los musulmanes construir sus mezquitas en Europa, mientras el resto de las religiones no puede levantar ninguna iglesia en los países árabes.

Pienso que mucha gente invoca el respeto y la tolerancia para las ideas y los grupos radicales y terroristas para disimular el miedo de verse en el centro de la diana.

Pienso, como dice Pascal, que los hombres nunca hacen el mal tan completo y alegremente como cuando lo hacen por convicción religiosa.

Pienso que ningún partido político debería utilizar los actos terroristas para fomentar el odio y la homofobia.

Pienso, como dice el primer ministro francés Manuel Valls, que Europa no está en guerra contra una religión sino contra el terrorismo islámico.

Pienso que yo también soy «Charlie Hebdo» porque la libertad es el ADN del humor.

Pienso que la ciudadanía está más que harta de oír discutir, insultarse y descalificarse a los políticos en función de las siglas que representan. Si es verdad que todos quieren lo mejor para España y no para su partido, deberían abandonar las actitudes maximalistas y llegar a acuerdos, como felizmente sucedió el pasado martes con el pacto para la lucha contra la yihad.

Pienso que la participación ciudadana que tanto predican PP y PSOE es y será una tomadura de pelo hasta que no se adopte un sistema fácil y seguro como son las «urnas electrónicas» o Internet con el DNI por delante. Pero a los políticos no les interesa porque si se respetara la voluntad de la mayoría, los partidos perderían poder y protagonismo.

Pienso que el capricho del alcalde de Tavernes, haciendo uso político de la lengua de no permitir hablar en castellano al rey Melchor, es una cacicada digna de un alcalde franquista.

Pienso que la aparición de Podemos podría ser un revulsivo para que los dos grandes partidos acabaran con la partitocracia, pero me temo que no, porque muchos de sus militantes han hecho de la política su modus vivendi. Y no dudo de que si Podemos alcanza el poder, por su naturaleza humana, seguirá el mismo camino. ¿O es que alguien cree que llega una legión de ángeles del cielo para arreglarnos la vida?

Pienso que todo eso de las «señas de identidad y las diferencias» por el lugar de nacimiento son un invento de los nacionalistas para justificar su ideología, porque los territorios no tienen derechos y las personas allí nacidas no necesitan adecuar sus sentimientos a unas determinadas «señas de identidad». Y nadie puede imponer obligaciones, amores o derechos sobre la lengua o cualquier otra cuestión, porque el individuo es completamente libre de hablar y actuar como le dé la gana dentro de la ley.

Pienso en la alegría y la felicidad que supone para mí escribir, fabular y crear historias y mundos paralelos al nuestro, donde muchas veces aparecen los nombres de mis amigos como un homenaje de cariño hacia ellos. Incluidos mis amigos nacionalistas, porque la amistad está por encima de las ideologías.

Pienso que la vida sólo merece vivirse cuando se puede disfrutar de ella. Todos deberíamos tener el botón de desconexión para poder finalizar nuestra actuación en este Gran Teatro del Mundo cuando lo creyéramos conveniente.

Pienso la suerte de morirse sin enterarse que ha tenido mi buena amiga Vicky Vidal, una mujer divertida, emprendedora y generosa que dedicó todas sus energías para hacer felices a los demás. Como diría su hermano: Ha hecho mutis por el foro con absoluta naturalidad.

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