los jueves, milagro

el duque francisco de borja quiere volver a gandia

el duque francisco de borja quiere volver a gandia

el duque francisco de borja quiere volver a gandia

José Miguel Borja

En el año 1980, siendo yo Director General de Televisión Española, el alcalde de Gandia, Don Salvador Moragues, me pidió que trasladara a mi tío Francisco de Borja una invitación para venir a Gandia en carne mortal.

Como era de esperar, el duque no puso ningún inconveniente y tuve el honor de acompañarle en su extraordinaria visita a su ciudad natal, en la que los devotos del «Beatet» estaban en franca mayoría.

El Santo Duque salió de la Colegiata bajo palio, llevado por ocho nobles caballeros, hasta las puertas del Ayuntamiento donde le esperaba el alcalde Moragues acompañado de toda la corporación municipal bajo mazas. Y tras el besamanos se celebró un pleno extraordinario donde el Duque dirigió un importante discurso.

Luego, en coche descubierto, inició un recorrido por la ciudad y visitó la Junta Local Fallera presidida por Don José Lloret, la parada de «la Amorosa» que le obsequió con un paquete de «cacau y tramús», el Polideportivo Municipal donde fue recibido por Damián Catalá, y el hospital que lleva su nombre, al que obsequió con una réplica de la calavera que siempre le acompaña.

La visita fue recogida por las cámaras de TVE, y dentro de breves días los lectores de Levante-EMV tendrán ocasión de verla en mi página web.

Desde aquel aciago día de 1980, cuando el Duque Francisco quiere mandar algún mensaje a los ciudadanos de su ducado, suele visitarme en plan noche para que yo comunique sus deseos en mi columna de los Jueves Milagrosos.

La pasada noche me visitó. Serían las tres de la madrugada cuando me despertó un ruido en el cuarto de baño. Me levanté, di la luz y encontré a mi tío sentado en el wáter.

Perdona sobrino. Pero creo que me sentó mal la cena. Aunque no olía precisamente a rosas, me alegré al verle y tomé asiento en el borde de la bañera dispuesto a escucharle.

Estoy muy preocupado. No sólo por lo que ocurre en mi virreynato de Cataluña, sino también por la diarrea de corrupción que asola a los partidos políticos. Sonrió al darse cuenta del símil y añadió: por todos estos motivos he pensado repetir la visita que realicé hace 30 años.

Es una buena idea y no creo que haya ningún problema. Hablaré con el señor Abad y el señor Alcalde y seguro que estarán encantados en recibirle.

Sí, sí. Y quiero que sea como la otra vez. Que me lleven bajo palio y que me reciba el Ayuntamiento. Ya sé que muchos de los que me acompañaron entonces ya no están entre nosotros, y tengo ilusión por conocer a los nuevos ciudadanos para hacerles alguna reflexión ante las elecciones que se avecinan.

Lo comprendo. ¿Ya habéis terminado? -le pregunté ofreciéndole el rollo de papel.

No seas impaciente y escucha. Quiero que les digas a las autoridades que me acompañará mi esposa doña Leonor de Castro, porque está muy ilusionada en que la nombren madrina de la Semana Santa y Fallera Mayor. Y también dona Leonor quiere que le expliques si es cierto eso de los vibradores de los que hablaste hace unas semanas. ¿De verdad merece la pena?

Son mano de santo. Yo diría que casi milagrosos.

Entonces, si es santo y milagroso, seguro que le interesará.

No paséis cuidado querido tío. Se hará todo según vuestros deseos.

El olor se hacía insoportable y salí del cuarto de baño. Al poco rato oí tirar de la cadena. Cuando me asomé, el Duque había desaparecido.

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