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Entrevista | Federico Caro

"Me colé en el despacho del ministro Lluch para decirle que el hospital tenía muchas carencias"

El doctor recuerda que el Francesc de Borja nunca se terminó del todo tras la ampliación del ambulatorio en 1984

Lluch y Caro en Gandia, en 1985. Levante-EMV

Lo que hasta ahora se ha conocido como hospital Francesc de Borja es el resultado de la ampliación de un ambulatorio de especialidades abierto el 1 de septiembre de 1973 por el antiguo Insalud con una pequeña área de hospitalización polivalente. Entonces se llamaba Institución Sanitaria Mixta, de la Seguridad Social. Su primer director fue Jesús Fuster Martí, y la enfermera jefe Pura Giménez Ripollés. En ese primer momento estaba situado en la periferia de la ciudad, haciendo chaflán con el paseo Germanies. Contaba con 68 camas distribuidas en cuatro plantas de hospitalización; las dos primeras de Maternidad, la tercera de Cirugía General y la cuarta de Traumatología. Disponía también de laboratorio de Análisis Clínicos y servicio de Radiología, y posteriormente se amplió con una unidad de Urología. En su primera etapa estaba vinculado al Hospital La Fe de Valencia.

Cubría a la población de la Safor y a la de Dénia, que tampoco tenía hospital. La plantilla estaba compuesta de 157 personas. Pero aquello era insuficiente para la atención sanitaria de la comarca, y en 1977 se proyectaron más bloques en toda la manzana, unos trabajos que finalizaron en 1984. La demora se debe a que quebraron hasta cuatro empresas constructoras en esas obras. Ayer, con el cierre definitivo del edificio a las 22 horas, se puso fin a cuarenta años de uso sanitario, a la espera de ver qué le depara el futuro. El doctor Federico Caro fue el primer director-gerente del centro, de 1983 a 1987. En ese último año se culminó el traspaso de competencias de Sanidad a la C. Valenciana. Llevó a cabo las negociaciones con los responsables políticos para conseguir mejoras para el complejo.

¿Cómo vivió esa ampliación del ambulatorio-residencia?

Yo hice la residencia en La Fe, donde fui jefe de Endocrinología, y aterricé en Gandia a finales de 1982, para implantar los servicios del Francesc de Borja que se iba a ampliar. Me encontré un hospital casi acabado, pero no terminado, con todo el mobiliario y el equipamiento dentro. La nueva plantilla ya estaba adjudicada pero por el retraso de las obras no podía incorporarse. Cualquier gestión había que hacerla en Madrid. Y había muchas carencias; no había Radiología; y desde el principio en el edificio faltaban remates en las azoteas, cosa que provocaba goteras. También faltaban los zócalos del exterior, que están pintados, nunca se han llegado a poner. Y faltaba urbanizar todo el entorno, aceras y mobiliario urbano, ahí el alcalde Moragues ayudó luego muchísimo. También estaba pendiente la conexión física entre el ambulatorio y lo nuevo, no había pasillos ni ascensores. Todo eso faltaba en el año 1983. Por eso nunca hubo una inauguración oficial. Y con esfuerzo y viajes a Madrid lo fuimos consiguiendo. En eso fue fundamental la ayuda del entonces ministro de Sanidad, Ernest Lluch. En uno de esos viajes, en 1985, Salvador Peiró (entonces jefe de Enfermería) y yo nos colamos, literalmente, en el despacho del ministro para exponerle todas esas necesidades que teníamos en Gandia. Además, estaban priorizando otros hospitales comarcales que se estaban poniendo en marcha en aquel momento. A la semana siguiente Lluch tenía previsto venir a Valencia y se pasó por Gandia; ha sido el único ministro que ha visitado el hospital. A los pocos días el Insalud había desbloqueado todas las partidas y ya estaban aquí los obreros. Eso sí, la remodelación del antiguo ambulatorio nunca se hizo, se unió con dos pasillos y ya está.

La riada del 3 de noviembre de 1987 hanegó quirófanos y obligó a evacuar enfermos.

Sí, ha sido uno de los peores momentos. El hospital se paralizó, se quedó sin agua potable ni energía eléctrica, y tuvieron que trasladar a enfermos con helicópteros. Ya había defectos anteriores; por ejemplo los desagües del edificio estaban a un nivel inferior.

¿Recuerda otras situaciones complicadas desde el punto de vista sanitario?

En 1985 tuvimos a pacientes afectados por «legionella», de un brote que se produjo en un hotel de la playa. Hubo un accidente de autobús en Girona que afectó a unos veinte escolares de Gandia y se organizó un traslado hospitalario. También hubo algunas amenazas de bomba, que se quedaron en eso. Durante un tiempo hubo lista de espera en el servicio de Radiodiagnóstico y organicé una ruta en bus con pacientes por diferentes hospitales cercanos. Aquello salió en prensa, fue un escándalo y logramos que se invirtiera más dinero en Gandia.

A partir de los 90 el hospital ha sido más noticia por desperfectos que por otras cuestiones.

El hospital es antiguo, pero con varias reformas puede seguir teniendo un uso. La estructura es fuerte. En España hay hospitales que tienen 100 y 200 años.

¿Qué sensación tuvo al llevarse las últimas cosas del despacho?

A todos los trabajadores nos produce cierta nostalgia dejar este edificio, hemos desarrollado toda una vida profesional. Aquí además han nacido muchas personas, gandienses y de la Safor, que lo tienen como referente. Pero vamos a mejor, con unas nuevas instalaciones, y eso me alegra.

¿A qué se debería destinar el edificio y la manzana del paseo?

A un uso sociosanitario, sin ninguna duda. Una institución hospitalaria que sea complementaria de la nueva. Hace falta un hospital de crónicos y larga estancia, un centro de especialidades, un servicio de Oncología completo, cirugía vascular y torácica, y rehabilitación, sobre todo para las personas mayores. Eso conformaría un hospital general de las mismas características que tiene Alzira. Debemos aspirar a tener lo mismo que el de La Ribera.

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