El escritor Ignasi Mora confesó ayer, al ser nombrado Hijo Predilecto de Gandia, una historia que, según se mire, puede resultar a la vez conmovedora y desgarradora. Su madre, una lectora empedernida de novelas, nunca se acercó a los textos de su hijo porque él escribía en valenciano. Y también contó que sus padres estuvieron entre aquellas familias que, en los años 50 y 60 del siglo pasado, protagonizaron la interrupción generacional del idioma, es decir, empezaron a hablar en castellano a sus hijos, casi siempre con el loable propósito de que, de mayores, fueran personas cultas y preparadas.
Mora, justamente Mora, un defensor del valenciano, expresó a los concejales y a los representantes de las asociaciones cívicas de Gandia que él fue una de las «víctimas» de ese proceso histórico que, en pleno franquismo, también se dio en muchas otras localidades medianas a lo largo y ancho de la Comunitat Valenciana.
Al recibir la máxima distinción honorífica que otorga el Ayuntamiento de Gandia, el escritor no dejó espacio para la sorpresa y quiso convertir su discurso de aceptación en un alegato cerrado e intenso en favor del valenciano. Fiel a su estilo, incluso se dirigió a los presentes para recriminarles: «Sé que muchos de vosotros estáis en plena fase de sustitución lingüística».
Tras explicar que lo ocurrido con él y su madre y lo que ahora pasa con quienes niegan el valenciano a sus hijos es fruto de diferentes circunstancias históricas, y por eso les eximió de culpa, el «fill de botiguers», como lo definieron varios de quienes le precedieron en la palabra, se atrevió a proponer un pacto. «Comenzar de nuevo. Crear un movimiento de 'renaixença'. Poner a Gandia como modelo para recuperar, enaltecer y fortalecer la lengua de los valencianos».
Además de a todos los presentes, durante su discurso Mora tuvo palabras de agradecimiento a cuatro personas ya fallecidas. Por una parte, a Joan Climent y Adelina Bataller, y por otra a los también escritores Joan M. Monjo y Joan Pellicer i Bataller. De estos dos últimos dijo que «podrían estar aquí», recibiendo el mismo título de hijos predilectos, «si la muerte no les hubiese cortado el camino de la vida».
La entrega del título de Hijo Predilecto llenó el salón de actos del ayuntamiento. En la primera fila de sillas su esposa, Joana Bataller, su hijo Ignasi y sus cuatro hermanos, Ximo, Xavier, Pepa y Virginia.
Lógicamente se vieron más escritores que nunca. No faltó Josep Piera, otro hijo predilecto y amigo de Ignasi, así como Gabriel Garcia Frasquet, Ferran Garcia Oliver, Joan Iborra, Àngels Moreno, Joan Iborra o Isabel Canet, entre otros. Sentado se vio también Josep Lluís Jiménez, director de Sociedad y Política, la revista en la que el escritor colabora actualmente después de su larga trayectoria de artículos en distintos medios, entre los que figuró Levante-EMV.
Facund Puig por Compromís, Diana Morant por el PSPV-PSOE y Víctor Soler por el PP se encargaron de glosar su figura y coincidieron en señalar que se había escogido la fecha del 23 de abril para que el homenaje a Mora coincidiera con el día del libro.
Arturo Torró, en una breve alocución, dijo que su apego con el escritor surgió a raíz de una comida durante la que, según confesó «me enamoré» de quien hasta entonces había considerado como «una persona distante».
Quienes quieran conocer a Ignasi Mora Tarrazona, nacido en octubre de 1952 en una de aquellas casas de «botiguers» de Gandia, pueden empezar por dos magníficas obras que hablan de esta ciudad. «Les veus de la família» y «Les Veus de la ciutat». Y después seguir con otro texto que dibuja una comarca de la Safor ya perdida, «Josep Camarena i l'ocàs del món rural».
