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los jueves, milagro

Un cenobio lleno de historias

Un cenobio lleno de historias

Más de 700 años lleva el Monasterio de san Jerónimo, situado en un idílico lugar llamado Cotalba, donde se juntan la belleza del cielo y la tierra para enmarcar un monumento que albergó a los hijos de san Jerónimo.

Junto a aquellos beneméritos monjes que guardaban todos los saberes del medievo, Ausiàs March, Joan Martorell y Roís de Corella aprendieron las primeras letras. Y siendo todavía adolescentes, fueron testigos del pavoroso incendio que arrasó la famosa biblioteca del convento.

Por su privilegiada situación y excelentes aguas fue lugar de veraneo del duque Francisco de Borja y su esposa Leonor de Castro, y allí acudían los cortesanos de Gandia para tomar las aguas milagrosas, comer a cuerpo de rey, bailar pavanas y rigodones y practicar la cetrería a la que el Duque era muy aficionado.

A finales de los 60 tuve la suerte de conocer todo aquel monasterio de la mano del profesor don José Camarena, que me contó la historia de su fundación y un sinfín de leyendas, como la de la amante de un Prior, de principios del siglo XVII; una bella italiana llamada Casta Diva, que vivía oculta en la Torre del Homenaje.

En los años 70, mi buen amigo el fotógrafo Pedro Laporta comenzó a utilizar aquel magnífico escenario, digno del jardín de los Fizzi-Contini, para realizar excelentes fotografías de boda.

En 1982 tuvo lugar un hecho transcendental cuando san Francisco de Borja bajó del cielo al convento de san Jerónimo y, encarnado en Ximo Vidal, visitó la ciudad de Gandia.

En 1999 el arquitecto conservador Fernando Mut, junto a Federico Trénor, uno de los propietarios del monasterio, presentó en la Generalitat un ambicioso proyecto de un gran auditorio exterior, con vistas al acueducto, para realizar festivales de verano.

A principios del nuevo siglo, Charo Nicolau organizó en el monasterio, bajo la tutela de Caridad Trénor, el I Congreso de Neumología y, a partir de entonces, pareció que la familia Trénor abría el convento a la sociedad y tuvieron lugar más congresos, bodas, comuniones, bautizos y todo tipo de actos sociales.

La magia que encierra aquel cenobio hace posible que ocurran los sucesos más inesperados, como el que ocurrió el pasado año cuando el Duque Real, don Alfonso el Viejo, acompañado de los pequeños Ausiàs March y Joan Martorell, apareció encarnado en la egregia figura del polifacético y bienaventurado Padre Puig. Y digo bienaventurado porque, cuando llegue al cielo, después de dar de comer todos los días a 400 personas, el Señor le dirá: «Bienaventurado porque tuve hambre y me diste de comer, con la colaboración de las santas Buñoleras».

La semana pasada, en una entrevista que Rafa Martínez realizaba a Caridad Trénor, le escuché decir que habían convertido aquel maravilloso recinto en un lugar de referencia para todo tipo de actividades culturales. Es muy loable que la iniciativa privada esté dispuesta, con ayuda de los organismos oficiales, a abrir sus propiedades para el disfrute de la ciudadanía. Pueden consultar su página web donde, según explicó, se anunciarán los conciertos y actividades que se realizarán durante los próximos meses.

Les propongo a todos los amantes de las emociones fuertes que en las noches de san Juan se acerquen a la Torre del Homenaje para escuchar la ópera Norma de Bellini, en la que María Callas canta la Casta Diva, la historia de la bella italiana que alegró los días del padre Prior de san Jerónimo de Cotalba.

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