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El padre Oltra, objetivo del espionaje

Uno de los más famosos agentes dobles de Inglaterra y la URSS convivió con el franciscano de Benifairó que fue uno de los padres del nacionalcatolicismo

imágenes de una época gris tras la guerra civil española.El padre Miguel Oltra, junto a otros franciscanos, en una audiencia privada con el «Generalísimo» Francisco Franco en el Palacio del Pardo de Madrid. Sus reuniones con jefe del Estado eran muy frecuentes debido a su amistad personal. f archivo particular enrique oltraMonasterio de Sant Miquel dels Reis, en Valencia, que se convirtió en un centro de prisioneros republicanos durante los primeros años del franquismo. f biblioteca valencianay En las dos imágenes, prisioneros republicanos en ese centro de reclusión de Valencia, que eran obligados a realizar el saludo fascista y a venerar los símbolos franquistas bajo la amenaza de palizas, tortura e incluso el fusilamiento. f biblioteca valenciana

Miguel Oltra Hernández, franciscano, nacido en Benifairó de la Valldigna en 1911, hombre de fuertes convicciones ultraconservadoras y durante todo el franquismo uno de sus más firmes defensores fue una persona muy cercana al general Franco y el almirante Carrero Blanco, coincidió durante los trágicos acontecimientos de la guerra civil española con el más famoso de los espías, el británico Kim Philby y con otro personaje, el psiquiatra español Antonio Vallejo Nájera.

Estas tres figuras coincidieron durante la guerra civil en Burgos, capital de la España sublevada y sede de las más altas instancias rebeldes. Philby utilizaría estas amistades para desentrañar los objetivos y prioridades de los alemanes en esta guerra que parecía un primer eslabón de lo que sería la II Guerra Mundial. El mismo espía llegó a afirmar en su autobiografía que la guerra de España fue su «universidad del espionaje».

Fray Miguel Oltra, que había ampliado estudios teológicos en la Alemania nazi, fue enviado en 1937 por las autoridades religiosas a Burgos, concretamente al campo de prisioneros de San Pedro de Cardeña, un antiguo un convento, con la consideración de alférez, donde desarrollaría una intensa labor con los prisioneros. Sus sermones, charlas y conferencias eran continuos y los presos estaban obligados a asistir. Oltra no sólo se preocupaba de la «salud espiritual» de los reclusos, sino que también intentaba convencerlos de las «bondades» del nuevo estado franquista.

Un «periodista» del Times

Es seguro que Oltra y Philby se encontraron. Así nos lo testimonió un fraile compañero del mismo Oltra, aunque éste último nunca quiso hacer público esa relación. El franciscano, además de capellán en San Pedro de Cardeña, era intérprete de la Legión Cóndor, gracias a su perfecto conocimiento del idioma alemán, con lo que estaba al tanto de las operaciones que iban a desarrollar las fuerzas alemanas. Por eso era un objetivo claro del espía inglés.

Kim Philby, uno de los agentes dobles más famosos de la historia, llegó a España bajo la apariencia de periodista. En realidad era un espía al servicio de los soviéticos. Philby, exponente claro del viejo Imperio británico y educado en los mejores colegios de la metrópoli, como Eton y las universidades de Oxford y Cambridge, se convertiría con el paso de los años en el topo más letal del espionaje occidental. El británico estuvo en España desde febrero de 1937 hasta el verano de 1939, como corresponsal de guerra del famoso periódico The Times. Sus crónicas eran totalmente profranquistas, mostrando inclinaciones fascistas, lo que le llevaría con facilidad al círculo de amistades del joven Oltra y de su compañero en el campo de prisioneros de San Pedro, Vallejo Nájera.

El espía inglés llegó a ser condecorado en una ocasión por el mismo Franco, después de que su coche, en el que iban otros tres corresponsales de guerra, fuera alcanzado por la artillería republicana. Sus compañeros murieron, pero Philby se salvó después de estar varias semanas herido en el hospital.

Por otra parte, otra de las eminencias grises del franquismo, el siquiatra Antonio Vallejo Nájera, también compañero del franciscano valenciano, se encargaba en el campo de prisioneros de San Pedro de Cardeña de realizar sus «experimentos siquiátricos». Jefe de los Servicios Psiquiátricos Militares del bando rebelde durante la Guerra Civil, durante su estancia en este campo de concentración, dirigió un estudio en el que se pretendía determinar «la malformación que llevaba al marxismo». Sus conclusiones convenientemente publicadas, consideraban que el marxismo, concretamente el español, se nutría «de las personas menos inteligentes y primarias de la sociedad».

Forjar la «España Imperial»

En una conferencia de este psiquiatra a los presos, titulada La Aristocratización de las profesiones liberales, enfatizaba en la necesidad de que los dirigentes de la nación fueran ocupados por una especie de aristocracia directiva, premisa «ineludible de la fundación de nuestro Imperialismo espiritual». Vallejo Nájera intentaba demostrar que la producción científica, literaria y artística «de dos siglos a esta parte» había causado una gran decadencia en España y a la vez un «aplebeyamiento (sic) de las profesiones liberales». Consideraba que la dosis de liberalismo y democracia inoculadas al pueblo español habían sido «demasiado excesivas para tolerarse por la sociedad hispana». Y continuaba señalando que «el guerrero coronado de laureles regresará a la cátedra, al aula, a la oficina, al taller, para forjar la España Imperial que todos soñamos».

El campo de San Pedro de Cardeña llegó a concentrar de 2.500 prisioneros en sus precarias instalaciones. A partir de abril de 1938, Franco ordenó que también se trasladaran los prisioneros extranjeros, casi todos miembros de las Brigadas Internacionales. Hasta esa fecha muchos prisioneros eran fusilados, pero a partir de esa orden, se respetó la vida de los brigadistas con la finalidad de ser canjeados por presos rebeldes que se encontraban detenidos en la zona republicana.

Los soldados italianos hechos prisioneros en la batalla de Guadalajara eran intercambiados desde el puerto de Gandia, que se convirtió en centro de primerísimo orden en este tráfico de soldados, y que se realizó hasta pocos días antes del final de la guerra.

Los sermones de Oltra a los prisioneros fueron continuos hasta el final de la guerra. Algunos de los brigadistas internacionales presos en el campo dieron fe de los mismos en diferentes publicaciones. La misión del franciscano de Benifairó de la Valldigna era convencer a los reclusos de las bondades de la nueva ideología que sustentaba el bando rebelde y de la actuación equivocada de los internacionales. «Un cura apareció en el césped, un franciscano, con una cuerda marrón con una faja blanca. En una homilía de 20 minutos nos explicó por qué el fascismo era preferible a la democracia y al comunismo. Después el comandante del campo y sus oficiales iniciaron el canto del Cara al Sol».

Los discursos políticos tan profascistas eran vistos por los presos católicos en San Pedro como una ofensa a sus ideas cristianas. A Oltra se le llamaba entre los prisioneros como «Hermanos Míos», debido a que todos sus sermones comenzaban con esta frase tan cristiana. A veces discutía con los mismos prisioneros en un afán de conciliarse y convencerlos. Una vez mostró a uno de los presos americanos unas fotografías de iglesias destruidas, y le preguntó si creía correcta esa destrucción realizada por los republicanos. El americano le contestó que a él le habían atacado desde iglesias y por lo tanto tenían derecho a defenderse, y que además los alemanes habían destruido el pueblo de Gernika, perteneciente a un territorio notoriamente católico.

Sermones constantes a presos

Los resultados de estos discursos-homilía fueron nulos entre los soldados internacionales, que a pesar de su cautiverio mantenían una organización secreta de ayuda no solo material, sino también educativa, fomentando la lectura y diversas enseñanzas.

Los diplomáticos acreditados en la España franquista también constataron el trabajo de Oltra. En una visita de un diplomático británico a San Pedro de Cardeña observó cómo un cura, se supone que el padre Oltra, se dirigió a cerca de 3.000 prisioneros. «El discurso era político, rogando por una España unida y con un gobierno fuerte? La fórmula del cura para unas condiciones sociales mejores eran la obediencia ciega de los trabajadores a la leyes emanadas de Franco, sus empleados y los terratenientes».

Después de la guerra civil cada uno de estos protagonistas tomaría rumbos diferentes. Oltra se convertiría en un furibundo defensor del franquismo, desarrollando una intensa labor religiosa y política. Vallejo Nájera, alcanzó la cima de su carrera científica, convirtiéndose en el primer catedrático de siquiatría en España. Y el enigmático espía inglés continuaría con su trabajo para la Unión Soviética hasta que, en 1963, huyó a la URSS, donde se refugió definitivamente.

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