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de la insolvencia económica a la insolencia moral

La actual situación económica del consistorio de nuestra ciudad, con las cuentas intervenidas por el Ministerio de Hacienda, no está para bromas, populismos o frivolidades. Después de cuatro años de absoluto desgobierno del PP con el impago a empresas de servicios básicos como la recogida de basura y limpieza viaria; dejando un reguero interminable de PYMES sin cobrar; desatendiendo de forma reiterada la factura eléctrica y las consiguientes amenazas de corte de servicio; obviando remunerar a un consorcio de bomberos que nos protege frente a incendios u otras contingencias; ignorando que la deuda bancaria debía satisfacerse y soslayando un precepto constitucional; incumpliendo los contratos con los parkings de la ciudad; pervirtiendo obscenamente el uso de la empresa pública y convirtiéndola en una agencia de colocación de militantes, familiares y amigos del PP; en definitiva, agravando ad nausean la difícil coyuntura que tenía Gandia cuando los populares formaron gobierno en 2011 e incumpliendo groseramente su programa electoral, ahora, algunos concejales populares, a través de artículos de opinión y ruedas de prensa, tienen la desvergüenza de denunciar supuesta prácticas de las que el anterior gobierno usó y abusó, aconsejan sobre cuestiones que fueron incapaces de resolver y nos amenazan por el simple hecho de cumplir con nuestra responsabilidad. A saber:

1.- Impuestos y enchufados. El zafio intento de relacionar la subida impositiva con el pago al personal de confianza es algo que no me esperaba de alguien al que tenía como persona sensata. Vicent Gregori ha cruzado una línea muy peligrosa: utilizar la demagogia más ramplona para excitar las vísceras de los ciudadanos aprovechando el nivel de desesperación asociado a la difícil situación económica de muchas personas. Sin entrar en la falsedad de la acusación, y él sabe muy bien de lo que estoy escribiendo, me gustaría recomendarle que si alguna vez desea liderar a un partido tan importante como el PP necesita algo más que pasarse el día sonriendo, abrazar hasta las farolas y recurrir a la casquería como eje central de su discurso. Los números son implacables y la enorme diferencia entre el dinero empleado por el PP y el actual gobierno así como el proceso de transparencia en el nombramiento del personal de confianza no admite discusión. El resto, morralla discursiva.

2.- El pacto de gobierno. La sorprendente propuesta de Guillermo Barber tendiendo la mano, y a la vez llamándonos incapaces, para elaborar un presupuesto que no castigue el bolsillo de los ciudadanos por la subida impositiva, debo reconocer que me ha dejado aturdido. El insulto no creo que sea el mejor camino para acercar posturas más si cabe después de su memoria curricular al frente de la hacienda municipal: un presupuesto ilegal; dos más a punto de serlo; el primer caso en la historia de Gandia sin aprobarlo con el agravante de tener mayoría absoluta; una subida de impuestos del 21%; un incremento de deuda de 120 millones de euros en sólo 4 años. Muy difícil superarlo. Sostiene Barber que la situación que se encontraron era delicada, y es cierto, pero si ellos hubiesen gestionado con responsabilidad la «herencia recibida», hoy Gandia podría permitirse realizar inversiones (como ha ocurrido en muchísimos otros municipios), pero prefirieron la farra, las fotografías con artistas y los favores a sus afines. En definitiva, el poder omnímodo de la mayoría absoluta se les subió a la cabeza como el alcohol de garrafón y la resaca presupuestaria llegará hasta el año 2032, horizonte temporal del actual plan de ajuste al que nos han obligado los «Montoro boys».

3.- La guerra civil. Invocar palabras tan gruesas y de triste recuerdo no es el recurso dialéctico más adecuado de alguien que aspira hacer carrera política. Las amenazas guerracivilistas que Víctor Soler pronunció en la Junta General donde se decidió la liquidación y disolución de IPG, es un claro ejemplo de desconocimiento sobre el nivel de responsabilidad exigible a quienes gestionan dinero público. Debería comprender que el compadreo y el chalaneo ha terminado y que la exigencia de responsabilidad no es fruto de una actitud abyecta y vengativa dirigida a hacer daño al adversario político. No. Es consecuencia de un verdadero ejercicio de coherencia ante los manifiestos indicios de ilicitud que se desprenden de muchos actos realizados en IPG en los últimos 4 años. De la misma forma que la anterior gobierno entendió que debía denunciar cuestiones como los préstamos y la subvención del Innova, esto último con gran fanfarria mediática, los actuales responsables piensan que sería poco comprensible que el desastre económico de IPG se saldara con una actitud pasiva ante tales hechos. Como cantaba Bob Dylan, los tiempos están cambiando y los populares deben entender que dejar una sociedad pública con 24 millones de patrimonio neto negativo no puede quedar como si nada hubiera ocurrido. Haber pensado antes las consecuencias de estos hechos y haber exigido al anterior chamán del PP no traspasar ciertas líneas rojas en vez de quedarse silbando distraídamente o mirando hacia otro lado. Con más razón si perteneces al Consejo de Administración.

Después de cuatro años, con la etapa más oscura en la democracia municipal, hemos pasado de la insolvencia económica reciente, a la actual insolencia moral de quienes nos han condenado a la quiebra económica. El desparpajo y, en bastantes casos, la desfachatez de afirmaciones que a diario se escuchan y se leen sólo se entienden por el desconcierto de pasar del poder absoluto a ser blanco creciente de la crítica ciudadana al quedar al descubierto, y sin tamiz mediático, la praxis y dislate de una forma de gobernar de aquellos que se han quedado huérfanos del mayor impostor que ha dirigido esta ciudad.

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