Si cuando alguien ama a los animales ya le cuesta desprenderse de ellos, si se trata de personas sin hogar, que han perdido la casa, el trabajo y hasta la familia, que prácticamente están solos en la vida, cabe imaginar el mal trago que debe suponer separarse del único ser que se mantiene a su lado.

Tanto, que, en la mayoría de los casos, los indigentes prefieren seguir durmiendo en la calle que tener un techo bajo el que cobijarse a cambio de tener que separarse de su mascota.

Lo decía ayer el concejal de Responsabilidad Ciudadana, Nahuel González durante la rueda de prensa en el Ayuntamiento. «Estas personas reciben el cariño de sus animales y para ellos son su principal apoyo, de ahí que resulten tan importantes iniciativas como las que hemos puesto en marcha».

No hace mucho, Levante-EMV publicaba un reportaje sobre Rafael Castillo, un alicantino que desde hace varios meses vive bajo el Torreó del Pi, en la calle Sant Rafael, en una tienda de campaña.

Este hombre tiene una perra y confesó a este periódico no solo que no quería ir a ningún centro ni pensión, pese a que se lo habían ofrecido porque no le dejaban ir con ella, sino que prefería que comiera el animal, aunque él no tuviera nada que llevarse al estómago. No resulta nada extraño ver en Gandia y otras ciudades a indigentes por la calle que, en la mayoría de ocasiones, llevan consigo a su mascota.

Es su principal apoyo y prácticamente lo único que les queda en la vida cuando lo han perdido todo. De ahí que el vínculo que se crea entre ambos sea tan fuerte.

Con esta iniciativa, el Ayuntamiento busca que sean más las personas sin hogar que buscan ayuda en las entidades especializadas, puesto que les ofrecen un servicio que les permite mantener el contacto con su mascota.