Frente al panorama de sillas vacías, el único invitado que sí acudió e intervino en un foro aparentemente hostil fue Paco Torres, portavoz de la asociación de los pubs situados en el entorno de la plaza del Castell. Torres aseguró que los empresarios de esta zona de ocio apoyan las reivindicaciones vecinales contra el botellón, los gritos y el vandalismo. «Me avergüenza el botellón y como residente en la playa también soy uno de los afectados», confesó.
Torres explicó que los vigilantes privados contratados por ellos en la plaza instan a no elevar la voz, «pero el problema no está en los pubs, que tienen doble puerta, sino en la gente que está en la calle, sobre todo cuando cerramos y se dirigen hacia las discotecas».
Añadió que ellos «cumplen» con los horarios de cierre y con la obligación de que los clientes no salgan a la calle con vasos de vidrio. Reconoció que el problema tiene difícil solución hasta que no se trasladen los pubs a la zona de equipamientos. La directiva de la AVC pidió que se le tratara a Torres «con respeto» por la «valentía» que había demostrado al acudir al foro. Con todo, el principal rifirrafe vino a cuenta de las terrazas instaladas por estos locales de ocio. Los vecinos mantienen que son ilegales, y lamentaron que por culpa de esas mesas los clientes causan un murmullo constante durante toda la noche.
Además, advirtieron la «competencia desleal» que supone mantener las terrazas hasta el cierre, (las 4 de la madrugada durante viernes, sábados y vísperas de festivos; las 3.30 h el resto), cuando heladerías y cafeterías sólo pueden hacerlo hasta la 1.30 horas. Torres respondió que no hay servicio de mesas en esas terrazas y que si no las colocaran, los jóvenes se sentarían igual en las aceras.
