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EL CINTURÓN ELÉCTRICO QUE CURA LA IMPOTENCIA

EL CINTURÓN ELÉCTRICO QUE CURA LA IMPOTENCIA j. m. b.

Hace algunas semanas, cuando publiqué el artículo sobre la máquina de lavar y regenerar políticos corruptos, que por cierto, ha sido prohibida recientemente por todos los partidos, mi buen amigo Saoret, que dio vida a la pilota valenciana desde Canal 9, escribió en Facebook que aquello era uno de los inventos del profesor Franz de Copenhague que aparecían en el inolvidable TBO. Comprendo que algunos lectores duden de la veracidad de mis historias, pero yo siempre les aconsejaré que se apliquen la vieja máxima de Aristófanes: «Cree todo lo que aparece en el relato y podrás saborearlo con el mayor placer».

Para demostrar la autenticidad del artículo de hoy, reproduzco uno de los anuncios aparecido en el periódico ABC del 25 de noviembre de 1921. Ante los resultados prodigiosos que prometía el anuncio del cinturón eléctrico Galvani, el farmacéutico de Gandia, don Alfonso Bustamante, de la calle de La Llimera 42, tuvo la idea de invitar a un grupo escogido de amigos a una demostración en privado, para la cual contrató los servicios de una atractiva señorita de vida licenciosa que vino exprofeso desde Valencia.

Doña Virtudes, la esposa del boticario, consciente de que la erección era un problema vital para la autoestima de los hombres, y dado el elevado precio del cinturón, tuvo la seguridad de que el negocio les reportaría pingües beneficios, y no dudó en ceder su propia alcoba para la demostración.

Antes de que llegaran los convocados, indicó a la señorita de Valencia que se metiera en el lecho conyugal ataviada con uno de sus camisones de encaje y, que fingiera estar adormecida. En cuando aparecieron los futuros clientes les invitó a sentarse alrededor de la cama para contemplar la belleza de la señorita. Parecía la escena de Blanca Nieves rodeada por los siete enanitos. Entonces, apareció el farmacéutico en paños menores, y mostrando a los presentes el famoso cinturón eléctrico Galvani les explicó en tono doctoral todas las maravillas que aparecían en el anuncio. Acto seguido, ante el asombro de los invitados, el apotecario se desnudó, se colocó el cinturón y lo enchufó a la corriente eléctrica. Hubo unos momentos de silencio y de pronto, los ojos pasmados de los siete invitados vieron como el miembro del boticario comenzaba a levantarse al tiempo que aumentaba en longitud y diámetro. Sonó un ligero pitido indicando que el cinturón tenía la suficiente carga. Entonces don Alfonso Bustamante, convertido en héroe, se subió a la cama. Blanca Nieves se levantó el camisón, y el príncipe acercó su enhiesta espada de amor a la selva negra de la Bella Durmiente, pero apenas rozó sus labios mayores sonó un chasquido impresionante y la pareja quedó electrocutada ante el horror de los invitados.

Doña Virtudes, llorando a lágrima viva, se lamentaba: «Ya le dije a mi marido que lo desenchufara antes de usarlo, pero el pobre estaba empeñado en alcanzar el máximo tamaño, cuando precisamente el tamaño no es eso lo que más nos gusta a las mujeres».

Si alguien duda de la veracidad de dicho relato, la noticia de este terrible suceso puede leerse en el periódico local 'El Momento', del día 28 de diciembre de 1925, que se conserva en el archivo municipal de Gandia.

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