En estos días otoñales de primeros de noviembre en que se celebra la fiesta de las ánimas y se consideran santos a todos los fieles difuntos, los cementerios se llenan de flores para honrar el recuerdo de los muertos. Pienso que es una buena ocasión para escribir sobre la cantidad de peripecias que nos pueden suceder antes de alcanzar la categoría de fieles difuntos.

Porque en este país, la hipocresía y el sectarismo parecen endémicos gracias a dos grandes poderes, el religioso y el político, que pretenden tenernos constantemente bajo su control.

Un ejemplo muy aleccionador ocurre con el tema de la muerte, porque cualquier referencia a la señorita eutanasia dispara todas las alarmas, ya que ninguno de los dos grandes poderes está dispuesto a admitir la libertad del individuo para disponer libremente de su vida.

La eutanasia está muy mal vista por muchas personas creyentes y no seré yo quien discuta sus razones. Pero, sobre todo, está condenada, tanto por el estamento religioso como por el código penal vigente.

Dice el filósofo Salvador Paniker fundador del DMD (Derecho a Morir Dignamente) que nuestra cultura reprime la muerte y nuestra sociedad evita hablar de ella y de cómo se muere y, sobre todo, de la angustia que lleva aparejada todo este proceso de morir con sufrimiento. Sin embargo, cuando uno ya está muerto, nuestra sociedad hipócrita y timorata se recrea en los entierros convirtiéndolos en un gran acontecimiento social.

Pensando que todo ser humano es libre y tiene el derecho para irse a dormir el sueño eterno cuando, en pleno uso de sus facultades, lo crea conveniente, resulta patético contemplar a algunos conocidos nuestros que, perdida la razón, «disfrutan» de una vida que yo no nunca querría para mí. Y pienso que muchos de ellos, en su sano juicio, hubieran preferido dormirse a vivir sin poder controlar su vida.

De todo lo relacionado con la muerte se debería hablar con absoluta normalidad entre familiares y amigos para que quedara constancia de quiénes no quieren seguir viviendo en determinadas condiciones y desean, en el caso de perder la razón, que se les ayude a tomar la pastilla para dormir.

Se necesita ahora, como ocurre en otros países, que el Gobierno modifique la ley actual para no sea delito ayudar a cumplir el deseo libremente expresado de quienes quieren pasar a mejor vida.

La Asociación DMD dice: «Nos declaramos, por razones éticas, a favor de la eutanasia. Mantenemos que es inmoral, tolerar, aceptar e imponer sufrimientos innecesarios. Creemos en el valor y la dignidad del individuo. Ello exige que sea tratado con respeto y, consecuentemente, que se le deje la libertad de decidir razonablemente sobre su propia muerte. Ninguna moral racional puede prohibir categóricamente la terminación de la vida».