Que Arturo Torró tenga veleidades de aristócrata es algo que no puede asombrar a nadie que lo conozca, aunque pretender ser el rey de Francia es pasarse un poco. Quizá fue por eso que cuando dimitió, o lo dimitió Isabel Bonig, de su cargo de portavoz en el Ayuntamiento de Gandia y de la presidencia del PP en nuestra ciudad, calificó como «su delfín» a quién le sucedió en la poltrona, Víctor Soler. Este término, «delfín», dio nombre a un título nobiliario francés empleado ininterrumpidamente desde 1349 hasta 1830, y que estaba reservado a los príncipes herederos al trono de Francia que fuesen hijos legítimos del monarca reinante, aunque hoy en día es utilizado para designar a la persona destinada a suceder a alguien.

Sin embargo Arturo Torró, que no deja de ser un «tiburón», sigue refiriéndose a Víctor Soler como «su delfín» cuando hace ya más de un año que éste ocupa el cargo del que fue desalojado el otrora alcalde de Gandia. Pero el «delfín», ahora refugiado en el estuario del aforamiento que le proporciona el ser diputado en les Corts Valencianes para que no le salpique la «Operación Púnica», empieza a asomar el morro por si acaso los ciudadanos tienen a bien considerarlo como capitán del equipo pepero, y no un mero reserva. Pero, ¿quién es en realidad Víctor Soler?

Es un joven-veterano político, que desde muy temprana edad ha tenido responsabilidades orgánicas dentro del PP de Gandia, y que aspira, por supuesto, a más. Ha hecho carrera dentro del partido porque es un político que sigue a rajatabla las órdenes de los gobernantes de turno de su formación política, y que se sabe de pe a pa cualquier directriz o argumentación que le marcan desde las altas esferas. Cuando se le oye comentar u opinar sobre algún suceso, suena todo a un dejà vu, pues repite como un papagayo los mismos argumentos que ya hemos escuchado a otros miembros más relevantes del PP. Esto, como ya he reseñado con anterioridad, sin duda le ha ayudado a subir (además de estar siempre al lado del poder establecido), pero si alguna vez llegara a tener una responsabilidad institucional de mayor importancia sería un peligro para los ciudadanos, pues nunca ha tenido una idea propia, ni imaginación, ni iniciativa, ni nada de nada. En la legislatura pasada, cuando Torró imperaba, se dedicó a cumplir fielmente los deseos y órdenes del «faraón», siendo la única vez que meó fuera de tiesto cuando sustituyó al alcalde en un pleno, y a los diez minutos expulsó del mismo al concejal socialista Vicent Mascarell, un gesto que, sin duda, indica el talante del aspirante a todo.

Ahora, desde su grupo en les Corts Valencianes, se ha dedicado a soltar sapos y culebras contra el presupuesto elaborado por el gobierno de la Generalitat Valenciana, hablando de cuánto se margina a Gandia, y se olvida de que en más de veinte años de gobierno del PP lo que han hecho por nuestra ciudad ha sido poco y mal. Y, ¡cómo no!, mete por medio a la actual alcaldesa de Gandia, Diana Morant, la cual, para información del Sr. Soler, ha hecho más en un año que el PP en cuatro, intentando reconducir la situación quebrada en la que el partido de Víctor Soler dejó el consistorio. Y él, Víctor Soler, ha sido uno de los principales culpables, como colaborador necesario, pues se pasó toda la legislatura «pegant la cabotà» a cada ocurrencia de Torró, por lo que ni tiene autoridad moral para hace indicaciones de nada, ni, por supuesto, credibilidad alguna. ¿Y aun así pretende venir a darnos lecciones?

No se engañen: es otra estratagema más que están utilizando los portavoces del PP en todos los municipios donde no gobierna. Por supuesto, «papagayo» Soler se ha aprendido la lección y la repite con sus compañeros al unísono. Pues así lo tiene difícil para salir de «delfín», porque al no dar la talla más parece una «marsopa», que es otro cetáceo de la misma familia, pero más pequeño. Y además, estando cerca de un «tiburón» corre el peligro de ser devorado por éste en cualquier momento. Él verá.