Hola amigo, ¿cómo estás? ¿Te apetece que charlemos un ratito mientras nos fumamos un cigarrillo? Esta breve y aparentemente amable conversación en las relaciones cotidianas encierra un importante problema de salud personal y pública, pues el consumo de tabaco es, como todo el mundo sabe, perjudicial para la salud.

Aunque hay muy diversas formas de consumir tabaco, los cigarrillos suponen el 90% del consumo de esta droga. Su efecto deletéreo se debe a la gran cantidad de sustancias tóxicas que contiene. La inhalación de humo procedente de la combustión del tabaco produce dos corrientes de humo: la principal es la que atraviesa el cigarrillo hasta el filtro y que el fumador inhala, y la secundaria es la que exhala el fumador y sale del cigarrillo por los poros y el extremo, llegando al medio ambiente. En ambas corrientes de humo se han detectado más de 4.500 sustancias. Entre ellas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha catalogado al menos 250 como tóxicas y 50 como cancerígenas (sustancias que provocan cáncer).

Las principales sustancias del humo del tabaco que producen enfermedades son: monóxido de carbono, nicotina, nitrosaminas, alquitranes y sustancias oxidantes. Pero la mayoría de los fumadores desconocen que existen muchas otras sustancias tóxicas dentro del humo del tabaco, tales como amoniaco, arsénico, cianuro de hidrógeno, cromo, polonio, etc.

¿De verdad quieres intoxicarme mientras charlamos un ratito? Esta, quizás, debería ser la respuesta de nuestro amigo.

Aún no conocemos bien todos los mecanismos por los que estas sustancias resultan dañinas para nuestro organismo pero sí sabemos muy bien cuáles son sus consecuencias: angina de pecho, infarto, hipertensión arterial, accidente cerebrovascular, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, cáncer de pulmón, infecciones broncopulmonares, etc.

Pero, ¿qué es realmente el tabaquismo? ¿Es un hábito, un vicio, una costumbre?

Desde hace décadas el tabaquismo se considera una enfermedad crónica, catalogada dentro de los trastornos adictivos, que afecta al fumador durante toda su vida, ya que suele iniciarse antes de los 20 años y suele tener largos periodos de consumo, intervalos libres, recaídas, etc. Debemos pues considerar al fumador como un enfermo que precisa comprensión y ayuda para afrontar su adicción, sin culpabilizarlo.

En España estudios recientes han determinado que el número de muertes atribuibles al tabaco es de 60.412 personas, es decir, más de 160 muertes cada día, la mayor parte (79%) en hombres y un 21% en mujeres. Esto, traducido en cifras un poco más cercanas, significa que 1 de cada 7 adultos muere anualmente por enfermedades relacionadas con el tabaco. Es decir, el tabaco es la primera causa de muerte evitable en el mundo desarrollado.

¿Y qué podemos hacer para erradicarlo? Aunque existen intensas campañas de marketing y publicidad de la industria tabaquera que han contribuido a crear una grandísima tolerancia social hacia esta enfermedad, hay muchas acciones con las que podemos contribuir a frenar esta epidemia. Las más eficaces competen a los Organismos Públicos y se basan en las estrategias de la OMS para limitar el consumo y la distribución del tabaco, tales como incrementar los impuestos del tabaco, crear espacios públicos totalmente libres de humo, regular el empaquetado y etiquetado de los paquetes de cigarrillos, prohibir la publicidad, promoción y patrocinio del tabaco y la venta a menores de edad, informar y educar sobre los riesgos del tabaco y, sobre todo, poner en marcha programas de diagnóstico y tratamiento del tabaquismo subvencionando su coste terapéutico.

Desde la perspectiva del ciudadano responsable y, fundamentalmente, del personal sanitario, la mejor forma de frenar el tabaquismo es la educación, y por ello es necesario poner en marcha programas de concienciación pública sobre los riesgos para la salud que acarrea el consumo de tabaco, pero, además, todos podemos ser actores principales a través de nuestra función modélica en nuestro ámbito propiciando sobretodo que los adolescentes no se inicien en este hábito tan letal para sí mismos y para su entorno.