«Pusimos el anuncio una tarde y esa misma noche ya teníamos a gente interesada». Cristina y Julio se animaron a alquilar su apartamento de Gandia en Airbnb, situado en el Grau, en la zona universitaria, y desde entonces no han parado de recibir turistas.

Se lo toman tan en serio que la plataforma ya le ha dado a Cristina, quien gestiona la cuenta, el título de «superhost», una categoría con la que Airbnb premia a aquellos «anfitriones» -según la denominación de la «web»- que, entre otros parámetros, responden de forma rápida, tienen pocas cancelaciones de reservas y reciben valoraciones positivas de quienes han pasado por su vivienda y lo reflejan después públicamente como un comentario de agradecimiento en su cuenta. Con ello logran posicionarse mejor entre toda la oferta y lucir el prestigioso distintivo en su perfil.

«Cuidamos mucho a nuestros huéspedes y los detalles, y ellos nos cuidan, a nosotros con buenas valoraciones y también al apartamento», afirman. Por su casa, que antes de entrar en Airbnb tenían vacía como segunda residencia, han pasado turistas procedentes de Madrid y del resto de España, pero también de otros países como Francia, Italia, Suiza, Rusia y Estados Unidos.

Se trata de una vivienda que está registrada en la Agència Valenciana del Turisme. Obviamente ellos son partidarios del llamado fenómeno Airbnb, «siempre que esté regulado y controlado».

Porque también se da la economía sumergida, es decir, personas que no lo tienen de alta o no declaran el ingreso a Hacienda.

La plataforma norteamericana, con sede fiscal en Irlanda, pone en contacto a los arrendatarios con los inquilinos para alojamientos de corta estancia, a cambio de cobrar una comisión que pagan los «anfitriones».

La reserva es muy rápida gracias al diseño de la página, que es muy intuitivo, con potentes mapas y filtros de búsqueda. Se calcula que más de 200.000 españoles están alquilando sus casas a desconocidos a través de Airbnb, que tiene millones de usuarios en todo el mundo.

Estos portales crecieron en España tras la crisis y el estallido de la burbuja inmobiliaria, que dejó numerosos pisos vacíos y a la vez propietarios necesitados de ingresos. Además, en la playa de Gandia la mayoría de viviendas son segundas residencias que se ocupan a lo sumo tres meses, terreno abonado para Airbnb. Sólo en Gandia, incluyendo la playa, la «web» ofrece resultados de 300 casas para alquilar, o la opción de 163 habitaciones. Por menos de 40 euros la noche se puede disfrutar de una casa en el Grau o en la playa.

Por otra parte, ya han surgido empresas que se dedican a gestionar en portales como Airbnb los pisos de particulares, encargándose de labores como la publicación del anuncio, comunicación con clientes, recepción y entrega de llaves o limpieza del piso.

Estas plataformas también basan su éxito en un nuevo concepto de turismo; el de vivir experiencias como lo haría la población local. Portales como Airbnb, Homeway o Niumba han puesto en jaque al turismo local. Hoteles, agencias de viajes o inmobiliarias tradicionales tienen que competir contra una multinacional en la que invierten poderosos fondos.