Son muchos los síntomas que se perciben y que anuncian el agotamiento del sistema iniciado con la transición española. La entropía es inexorable, todo sistema tiende al desorden y al llegar a un determinado punto, se hace necesario un «reset», un reinicio, para ajustarlo a las necesidades actuales.

Un nuevo orden que, partiendo de los valores que han marcado a la sociedad en que vivimos, sea capaz de asumir otros valores y principios emergentes que asoman. Temas como la transparencia, austeridad, multiculturalidad, igualdad entre sexos, el respeto por el mundo animal, cooperación, empoderamiento y tantos otros van generalizándose junto a los cambios sociales generados sobre todo por una de las crisis más virulentas conocidas.

Las diferentes y nuevas necesidades que se generan en la sociedad unidas a esos valores emergentes afectan a las diferentes áreas de conocimiento y sobre todo a las formas en que las sociedades se organizan para satisfacer sus necesidades comunes.

En el campo del urbanismo, acabada la época en que la prioridad fue la mejora del espacio público para incrementar la calidad de vida y de atraer gentes y riqueza, entramos en una era en que lo esencial es construir un espacio social amplio con capacidad para generar iniciativas, es decir, un marco territorial unitario por sus características geográficas, culturales y sociales, cohesionado y que garantice la movilidad de personas y mercancías de forma sostenible. En ese ámbito, el transporte público juega un papel esencial. Los territorios cuyas características y organización permiten obtener una masa crítica y garanticen sus conexiones internas y con las redes de ámbito superior, adquieren un valor notable.

La difícil situación social y económica que atraviesa la comarca de la Safor, tras la pérdida de todo un sistema productivo que había generado riqueza en la comarca (la naranja y sus derivados), solo salvada por algunas meritorias islas productivas aisladas, exige cambios profundos en la forma de gestionar la comarca.

Es momento de articular y estrechar las relaciones entre municipios para formar una unidad de orden superior tanto social como productiva a la altura de los tiempos cambiantes que inexorablemente llegan.

La Safor exige planificación a largo plazo. Organizar y articular la comarca. El transporte puede ser una herramienta esencial para construir un espacio social potente con capacidad para generar iniciativas en una unidad territorial.

La reorganización del transporte, auténtico tejido circulatorio de la sociedad, es una oportunidad única para la Safor, la de priorizar el transporte público común a los municipios que la integran, con una explotación y un sistema de tarifas homogéneo capaz de establecer las conexiones necesarias para llegar a la mayor parte de lugares.

Su implantación requerirá un esfuerzo de humildad y solidaridad a la hora de pensar la red viaria para mejorar conexiones, de incorporar las decisiones de futuro definidas por los municipios hermanos, de detectar posibles sinergias e incorporar el talento a las decisiones que se aborden. La tarea que el momento nos impone es la de organizar la movilidad pública, incorporando las diferentes formas de transporte posibles en función de su eficiencia (ferrocarril, vías urbanas e interurbanas, lanzaderas ?): transporte intermodal.

Crear un sistema, sostenible, innovador, fluido, dotado de eficiencia y con capacidad de adaptación a las cambiantes circunstancias de nuestro tiempo es una fuente de oportunidades en orden a las mejoras sociales, económicas y ambientales de un territorio debidamente conectado con sistemas externos a él, siendo permeable a los estímulos que provienen de ellos.

Y todo ello en un marco de políticas de desarrollo abiertas al mundo y por ende al futuro, conservando nuestra idiosincrasia y cultura local que puede ser fuente de innovación.

Crear un transporte intermodal comarcal eficiente con unos indicadores que permitan conocer y transformar el impacto social y ambiental derivado de su funcionamiento bien podría ser un primer paso.