Las consultas ciudadanas, ese mecanismo tan manido durante la última campaña electoral y que, sobre todo para los gobiernos de izquierdas, iba a convertirse en uno de los principales ejes de la gestión de las instituciones para que los vecinos realmente participaran en las decisiones que les afectan de forma directa, no ha acabado de cuajar. La gran mayoría de iniciativas que se han puesto en marcha en este sentido han contado con escaso seguimiento, pese a los esfuerzos de los ayuntamientos por que se conozcan se conviertan en una verdadera pata de la administración.

El último en toparse con esta realidad ha sido el Ayuntamiento de Oliva. El departamento de Participación Ciudadana se ha visto obligado a prorrogar, por segunda vez, el proceso consultivo que abrió el pasado verano para que sus ciudadanos eligieran tres puntos de la ciudad donde situar parques caninos.

El motivo es la escasa participación que está teniendo. Apenas 600 personas han expresado su opinión en una ciudad que cuenta con alrededor de 25.000 habitantes. Es decir, que menos de un 2% de los vecinos se ha pronunciado sobre su preferencia.

Ante este panorama, el ayuntamiento ha decido alargar el plazo para votar y, a su vez, fijar un mínimo de participantes para que la encuesta tenga sentido. Según explicó ayer la concejala responsable de poner en marcha este mecanismo, la consulta se ha prorrogado de forma indefinida, sin fecha. Además, se ha fijado una participación mínima de 2.000 personas para darle validez al resultado que se logre. «Lo más probable es que esperemos llegar a esa cifra para cerrar la consulta», explicaba ayer Ibiza en conversación con este periódico.

Sobre los motivos por los que esta iniciativa no ha acabado de tener buena acogida, la concejala cree que está «la falta de costumbre» de los vecinos a la hora de tomar decisiones en cuestiones que les afectan de forma directa.

No se le puede negar al ayuntamiento el esfuerzo que ha hecho por dar a conocer la iniciativa. «Hemos enviado comunicados a la prensa, instalado casetas en el mercado, hemos ido a presentarlo a todos los colectivos, lo estamos llevando ahora también a las veterinarias. Estamos trabajando para llegar al máximo de gente posible y que se conciencien de que su voz es importante», aseguraba la concejala Ibiza.

El caso de Oliva, sin embargo, es un ejemplo más de que las consultas no están resultando como se esperaban los gobiernos. En Gandia, por ejemplo, se da por hecho de que no se va a celebrar la consulta que se anunció para elegir los usos de Sanxo Llop. Aún se recuerda la escasa repercusión que tuvieron las primeras encuestas que se hicieron para, entre otros temas, cambiar la estatua del Tio de la Porra o endurecer las sanciones contra quienes no recojan los excrementos de los animales.

En todo caso, fuentes municipales aseguran que el gobierno de Gandia «cree» en el mecanismo y reconocen que, tal vez, la clave está en elegir proyectos de mayor envergadura, temas que realmente tengan un interés para los vecinos. Un buen paso sería el de poner en marcha presupuestos participativos.

En Tavernes de la Valldigna se hizo una consulta en 2016. Algo más de 1.300 personas eligieron un modelo de fiestas que se aplicó el primer año pero que se ha ido modificando. Solo un 13% se pronunció para después guardar este mecanismo en el cajón de los olvidos, ya que no se ha vuelto a proponer ninguna otra.

Donde pueden levantar la mano es en Simat. Su consulta congregó al 30% del censo para elegir si había o no «bous al carrer».