Casi a medianoche, en una silenciosa plaza de Sant Josep de Gandia, una violoncelista interpreta El Cant dels Ocells, de Pau Casals, mientras una mujer que quiere mantener el anonimato oculta su cara bajo una capucha. Llorando, se abraza al Delegado del Gobierno de España en la Comunitat Valenciana, Juan Carlos Moragues. Ella, cuyo nombre es público porque salió en el Boletín Oficial del Estado, no resiste la emoción y sigue sollozando en el día del perdón. Igual que Moragues, las personas que la acompañan también intentan consolarla y, al mismo tiempo, felicitarla. Desde ese mismo momento queda anulada la pena de tres años y medio de prisión por la que fue condenada por un delito contra la salud pública. Y todo gracias a la petición de la Hermandad del Ecce Homo de Gandia, que, por segunda vez desde aquella primera ocasión acaecida en 2013, ha materializado en la Semana Santa el gesto de la misericordia.

La escena se produjo la noche del Miércoles Santo a los pies de la imagen del Ecce Homo, esa figura que representa a Cristo en el momento de ser entregado por Pilatos para ejecutar una pena cruel de tortura y muerte en la cruz. Se «representaba» así el indulto a esta mujer aprobado el viernes anterior por el Gobierno

Ella, de Sueca, fue uno de los cinco agraciados este año a petición de distintas cofradías de la Semana Santa de toda España. La única de la Comunitat Valenciana. La escena quedará, como ocurrió en 2013, como una de las más significativas de las celebraciones de este año en Gandia.

La mujer indultada primero salió en la procesión del Ecce Homo por las calles del centro de Gandia. Al llegar a la plaza de Sant Josep, y ante dos centenares de personas que no llegaron a llenar la explanada, se colocó ante la talla del Ecce Homo y al lado de Juan Carlos Moragues, de la alcaldesa de Gandia, Diana Morant, y de los representantes de la hermandad que promovió el indulto.

Moragues, invitado a tomar la palabra, se dirigió a los presentes. «Soy un firme defensor de las segundas oportunidades», dijo el delegado del Gobierno, quien añadió que el indulto que se estaba escenificando suponía «una buena obra de la hermandad que transmite los principios cristianos del perdón y del amor a los demás». Después reveló una confidencia que estaba a la vista. «Antes de iniciar la procesión he hablado con ella y está emocionada», dijo Moragues, quien, antes de recordar unas palabras del Papa Francisco sobre el perdón, insistió en el mensaje de la segunda oportunidad. «Aprendiendo de los errores se puede abrir un nuevo capítulo en la vida».

El mismo poema que en 2013

Después de Moragues habló Priscilio Ruiz, consiliario de la Hermandad del Ecce Homo. Tras agradecer el gesto de indulto al Gobierno, describió la escena de la mujer que esa misma noche iba a quedar libre. «Bajo la sombra del Señor podrá enderezar su camino», dijo el titular de la parroquia de Sant Josep en referencia a la indultada. El sacerdote aprovechó para extender la idea de la misericordia como algo esencial del cristianismo. «El perdón nace de la autenticidad del amor y hay que dar otras oportunidades a quienes han cometido un error», concluyó.

El protocolo de la «liberación» de la mujer acabó con la intervención de la presidenta de la Hermandad del Ecce Homo, María José Tarrazó, quien recordó al recientemente fallecido Marcel·lí Giner y leyó el mismo poema que escribió cinco años atrás para celebrar el indulto del año 2013. «Mai no és massa tard per començar de nou», señala acertadamente en uno de sus fragmentos.

El mensaje es cristiano, es humano, es universal y se ha repetido en el espacio y en el tiempo probablemente desde el principio de la civilización. A algunos de los presentes esa cálida noche del Miércoles Santo en la plaza Sant Josep las palabras escritas por Marcel·lí Giner y leídas por María José Tarrazó les trajo a la memoria la bella melodía de Camins, del grupo Sopa de Cabra, con un texto casi idéntico: «Mai no és massa tard per tornar a començar».

Una tocata de la banda Verge de Gràcia, de Vila-real, inundó la plaza para cerrar el acto, en el que, según los organizadores, se intentó evitar el espectáculo para centrarse en el valor del perdón. Y después, un sinfín de abrazos a la mujer que, manteniendo su cara oculta en todo momento, se marchó del lugar con la misión de abrir nuevos caminos en su vida.