hace unas semanas celebrábamos los mil días de gobierno en Gandia. Y lo hacíamos satisfechos de ver el resurgir de una ciudad a la que el Partido Popular sumió en la más absoluta de las ruinas. Y así lo señalan todos los indicadores socio-económicos, que nos dicen que en estos momentos son mejores: hoy en Gandia tenemos 1.700 personas menos paradas (cuando el PP dejó el Gobierno local, había 3.300 gandienses menos afiliados a la Seguridad Social); se ha cerrado la polémica empresa pública IPG (conocida en tiempos de Torró como la «cueva de Alí Babá»); se ha suprimido la deuda comercial pagando 66 millones de euros (toda la deuda a proveedores heredada); el periodo medio de pago a proveedores durante el pasado mes de enero fue de 10 días (cuando el Ayuntamiento estuvo pagando, en la anterior legislatura, con más de un año de retraso; y eso, cuando pagaba...). Con ello, ahora muchas empresas han vuelto a confiar en nuestra ciudad y han decidido invertir aquí.

Además, hemos devuelto la dignidad y la decencia que se había perdido en la etapa del PP, en la que Gandia salía en los telediarios y las portadas de Interviú por los tejemanejes de sus gobernantes. Cabe recordar que los representantes del PP siempre estaban en los medios de comunicación dando cuenta de casos de corrupción en los que estaban implicados (y continúan estando), avergonzando a la ciudadanía y menoscabando nuestra reputación y el orgullo de pertenecer a Gandia.

Pero como de ello ya hemos hablado, hoy toca hacerlo de los que fueron los causantes del problema y que, durante estos casi tres años de gobierno, no han querido ponerse del lado de la solución, sino más bien todo lo contrario. Y un claro ejemplo de ello (y que retrata la clase de oposición insensata que representa el Partido Popular), es el voto en contra sistemáticamente en todos los plenos municipales, de pagar centenares y centenares de facturas que dejaron a deber durante la legislatura pasada a numerosos proveedores. Se trata, sobre todo, de pequeñas y medianas empresas de Gandia que, en algunos casos, se vieron obligadas a cerrar o despedir trabajadores por la desidia del PP en hacer frente a las obligaciones que tomaba con estas.

Así, las continuas peroratas sobre la situación de las cuentas municipales que nos ofrece, día sí y día también, el concejal del PP Guillermo Barber (anterior responsable de la Hacienda local), lo delatan y es la constatación de su penosa tarea durante cuatro largos años. Y es que este señor nunca supo lo que se traía entre manos en el Ayuntamiento y es el principal responsable del desastre económico que se recibió al inicio de la presente legislatura. Con su incompetente labor, en nuestra ciudad pasamos del «Ahora empleo» y «Menos impuestos», a muchas más personas en el paro y una subida del 21% en los impuestos (y 140 millones de euros más de deuda).

Por todo ello Guillermo Barber tendrá el dudoso honor de ser (a parte del concejal de los tres presupuestos ilegales de Gandia) el presidente de la Junta de Distrito de Roís de Corella que dejó a esta barriada sin una solución para el antiguo hospital Francesc de Borja. Y, lo que es peor, dejó a un barrio sin atender y sin un proyecto para ese edificio que supliera la falta de su principal motor económico, y los consiguientes perjuicios para sus vecinos. Por no hablar de su «macro-proyecto» para destruir uno de los principales pulmones verdes de Gandia, el parque de Sant Pere. Como ven, lo que tocaba este señor lo convertía en ruina. En definitiva, le sobraba cargo cuando estaba en el gobierno y, ahora que está en la oposición, no tiene ninguna credibilidad.

Considero que el Partido Popular en Gandia tiene que hacerse el ánimo de convertirse en otra cosa y llevar a cabo una oposición responsable y constructiva, porque si sigue así ya no representará a nadie. El PP tiene un lío bastante grande en nuestra ciudad, mirando quien se presenta como candidato a la alcaldía y quien tiene menos imputaciones. Sinceramente, no lo va a tener nada fácil, si a ello le sumamos la coyuntura que se vive a nivel del Estado. Los populares, después de sentenciar a Gandia para décadas, deberían quedarse en la bancada de la oposición unas cuantas legislaturas más. Si el PP gandiense (que ya lleva mil días de oposición irresponsable), no cambia de rumbo, estará condenado al ostracismo muchos más días.