«Elginismo» es un concepto que define aquellas oscuras operaciones clandestinas de fuertes intereses económicos con el fin de provocar la destrucción y desmantelamiento de edificios históricos, con la resultante del traslado a otros países con la finalidad de aumentar la vanidad de acaudalados personajes, expertos coleccionistas e interesados museos. Los arquitectos Egil Fisher y Vilhem Lauritzen fueron los responsables en nuestra comarca.

Desde 1779 las órdenes ministeriales y disposiciones españolas prohibían la exportación de pinturas, libros o manuscritos. Tan solo en 1919 se habían declarado en España como monumento artístico histórico 128 edificios, frente a los 3.486 declarados en 1913 en nuestra vecina Francia. En 1920 fue declarado Monumento Histórico Artístico el Palacio Condal de Oliva, evitando que Egil Fisher pudiera llevarse a Dinamarca los últimos restos del mismo a con la idea de crear en Copenhague un museo de arte español, junto con Vilhem Lauritzen. Oliva sufrió «Elginismo», una palabra ideada por el poeta Byron con el fin de censurar dichas conductas, haciendo alusión, también, a Thomas Bruce, conde de Elgin, quien saqueó monumentos artísticos atenienses de la antigua Grecia, llevándoselos a Inglaterra.

En 1387 existe un pago a Pere Llobet, escultor en Gandia, por la talla de doce apóstoles encargados por el duque real Alfonso el Viejo, para decorar la Colegiata de Gandia. Claros ejemplos de estas maquinaciones «elginistas» son los apóstoles San Pedro y San Pablo, pertenecientes a esa colección, los cuales duermen en los sótanos del Kung Industri Museet de Copenhague desde las primeras décadas del pasado siglo XX.

En las tres imágenes superiores, Egil Fisher, en el Palacio de los Centelles de Oliva, en una de sus últimas visitas a esta ciudad. En el centro, la plaza de los Apóstoles, ante la Colegiata de Gandia, en 1931, en fotografía realizada por Thomas Wood y, a la derecha, la talla del apóstol San Pedro, realizada por Pere Llobet, que pertenecía a la Colegiata y que acabó en el museo de Copenhague, donde algunos gandienses han tenido que desplazarse para poder contemplarla.