Francisco Gómez Tarrazona, del Grau de Gandia, fue un torero apodado el «Aldeano» que tenía una peña taurina incondicional que le dedicó un pasodoble que llevó por título «El As de Espadas», por su gran valentía al entrar a matar. Tras una grave cogida que tuvo lugar en la plaza de toros Tetuán de las Victorias, en Madrid, fue internado en el chalet-sanatorio de toreros, un suntuoso y agradabilísimo espacio donde los matadores eran tratados como en familia.

Según el «Aldeano» el toro era ilidiable, siendo, con un peso de 28 arrobas, el mayor de aquella corrida. Llegó fresco a la muleta y al intentar saltar la barrera tras ser perseguido le dio un puntazo en el escroto. Como narra la revista Bayren del 5 de julio de 1928, «tras la cornada luchó desesperadamente con los monosabios, alguaciles, e incluso con el presidente, quienes teniendo presente la gravedad de la cogida, querían impedir que continuase la lidia. Mas el aldeano, en un gesto de sereno valor, pudo desprenderse de ellos y dirigiéndose a la res y tras breves muletazos logró tumbarla de una magnífica estocada. La ovación fue inenarrable».

Durante la visita al sanatorio, al salir de la habitación con destino al jardín para tomar un rato de rayos de sol y aire puro y fresco, Salvador Pascual sacó la cámara fotográfica y la entregó a «Chatillo», el banderillero del «Aldeano», quien tomo la histórica foto de la visita que aparece sobre estas líneas. En la foto también aparece Sergio Reig, «Petroff», amigo del torero gandiense. En la conversación, el «Aldeano» pidió que a sus incondicionales les dijeran que, a pesar del accidente, había subido un peldaño en la difícil escalera que conduce al éxito y que su única ilusión era volver a Gandia convertido en torero.