Esta no es una historia escrita con el rigor académico y científico de los historiadores de profesión, pues como decía Álvaro Cumqueiro, «sería torpe cosa objetarme eso que se llama la realidad histórica, a mí que defiendo el ejercicio de la imaginación en la elaboración de la historia. No sólo yo la defiendo, sino algunos de los más altos historiadores y filósofos de nuestro tiempo, entre los que cito a los que han colaborado en Studios in the store of the Ideas de la Columbia University y a Whitehead, proponiéndose estimular la rebusca y el ejercicio de la imaginación histórica».

Sirvan estas palabras del maestro Álvaro Cunqueiro para iniciar mi relato sobre el paralelismo de dos grandes escritores separados por 500 años. El valenciano Roiç de Corella y la inglesa Richmal Crompton.

En el año de gracia de 1435 vino al mundo en la ciudad de Gandia un niño sin lengua que, desde su más tierna infancia, tuvo que expresarse siempre con la pluma. Se llamaba Joan Roiç de Corella y, por el color de su pelo, rojo como una llamarada de fuego, todos le llamaban «Roget de Corella». Tenía la cara picada de viruela, los ojos como dos aguamarinas y guardaba un enorme parecido con Guillermo, el célebre personaje de la escritora inglesa Richmal Crompton, nacida a finales del siglo XIX.

Esta curiosa coincidencia fue el motivo por el que, en 1944, el Departamento de Lenguas Románicas de la Universidad de Cambridge, dirigido por el profesor Brian Witerman, iniciase el estudio comparado de las vidas y las obras de los dos escritores

Los primeros años de Corella transcurrieron en la bucólica paz de la alquería de sus padres, en las inmediaciones de Gandia, un lugar muy parecido a la granja donde nació la escritora inglesa, también pelirroja, en el condado de Susex. Y aunque no tuvo problemas con su lengua como Corella, la juventud de ambos estuvo marcada por una extraña enfermedad que hacía a sus huesos extremadamente frágiles. Durante su juventud, Corella mantuvo una interesante relación epistolar de carácter moralizante con el príncipe de Viana, lo que no fue obstáculo para que Joan, gozase de los favores de doña Isabel Martínez de Vera, una discreta dama viuda de un halconero, natural de Oliva. Algo muy parecido le sucedió a la escritora inglesa cuando, tras mantener una fluida relación epistolar con Gilbert Keith Chesterton, se enamoró de un pastor protestante.

Era evidente que los dos escritores mezclaron lo religioso con lo mitológico en un mundo de amores desdichados con el contrapunto de una retórica moralizantes que, a los ojos de Martín de Riquer y de Brian Winterman, convierten a Roiç de Corella y a Richmal Crompton en autores indispensables para conocer sus respectivos mundos tan lejanos en el espacio y en el tiempo.

Asegura el poeta Francisco Brines que la poesía de ambos está inmersa en las corrientes principales de la métrica románica medieval, que recoge la técnica de Ausiàs March del decasílabo y, con enorme maestría, la aproximan a la musicalidad italiana. Musicalidad que, tanto ella como él, acompañaban con el laúd y la mandolina.

Tenía fama Roiç de Corella de pulcro en la escritura de sus versos y elegante en el vestir, tal como lo demuestra el retrato que ilustra esta página, obra del pintor holandés Christoph Amberger, realizado durante su estancia en Valencia en 1490. Nos encontramos ante un hombre agraciado que hace honor a la fama de elegante y seductor que el príncipe de Viana le atribuye en algunas de sus cartas. Exactamente las mismas cualidades de las que habla Chesterton y que podemos apreciar en las fotografías de la escritora inglesa realizadas por Lord Snawdon.

La literatura es para ellos como una liberación personal, como una expresión de sus propios afectos y emociones, al decir de los críticos ingleses que han investigado sus obras. Joan Briz ha dicho: «Corella es menos transcendente que Ausiàs March, pero mucho más sensual que él, y la sensualidad de Richmal Crompton corre pareja con la de Roiç de Corella».

El profesor Abraham Jones, de la Universidad de Oxford, especializado en fenómenos metafísicos y paranormales, asegura, que sin lugar a dudas, ha existido una reencarnación del espíritu de Roiç de Corella en el de Richmal Crompton y de ahí proceden las enormes similitudes, tanto de tipo personal como en su literatura y sus personajes salidos de unas mentes privilegiadas como las de la mayoría de los escritores.

La casa que Corella mandó edificar en Valencia estaba coronada por siete gárgolas que representaban a los siete pecados capitales. Los ventanales conservaban el misterio del estilo mudéjar. La entrada principal daba a un amplio patio presidido por una esbelta palmera, y una escalinata de mármol travertino conducía a la planta noble ricamente amueblada. Allí solían reunirse artistas e intelectuales como Sor Isabel de Villena, Joanot Martorell, Ausias March? para discutir y filosofar sobre lo humano y lo divino.

Lo mismo ocurría en la casa de Richmal Crompton, en el número 12 de Trafalgar Square. En la actualidad convertida en museo y biblioteca donde se guardan todos los originales de sus obras.