En el camino Marenys, cerca de una de las depuradoras situadas en Tavernes de la Valldigna, se encuentra uno de los lugares menos conocidos del municipio.

Al abrir la puerta de alambre, aparecen corriendo Ariel y Sally, dos perras con una gran historia de superación detrás. Ambas fueron localizadas hace varios meses en malas condiciones, pero hoy se encuentran más vivas que nunca. Junto a ellas, hay varios animales más que también fueron abandonados, pero que ahora están en un lugar mejor dentro de la Asociación Animalista de Tavernes. Se trata de un refugio de unos cincuenta o sesenta metros en el que viven unos siete perros habitualmente. Esta protectora, que fue fundada hace dos años, también acoge a gatos, pero suelen tenerlos en algunas casas, ya que no hay suficiente espacio.

Sin embargo, la recuperación de estos animales no sería posible sin el cuidado de un grupo de seis socias y varios voluntarios que todos los días los alimentan, juegan con ellos y los sacan a pasear. La presidenta del colectivo, Estela Escrihuela, y la secretaria, María José Sala, los consideran miembros de su familia.

Esta semana han tenido el recinto en cuarentena porque uno de los perros sufrió parvo (una enfermedad infecciosa) que comportó la muerte de uno de ellos y el ingreso de otros dos.

Desde el colectivo explican que «cuando se muere un perro, lo pasamos mal e, incluso, hay socias que desconectan unas semanas porque están afectadas».

La presidenta señala que tienen un convenio con el ayuntamiento del municipio porque todos los consistorios deben tener un punto de recogida «que viene el lunes y nos deja a los animales durante toda la semana y vuelven a recogerlos el próximo lunes, pero nunca se los llevan, ya que cuando los miras a los ojos, ya no puedes dejar que se marchen».

Desde la asociación expresan que no tienen suficientes recursos para mantenerlos, por lo que muchas veces van a los mercados para recaudar dinero. Por su parte, el ayuntamiento les da unos 1.500 euros al año, lo que, a penas, les cubre los gastos, ya que, en ocasiones, han llegado a gastarse 900 euros en el veterinario.

Las dos destacan que las redes sociales se han convertido en una gran herramienta de ayuda, ya que, a través de ellas, «buscamos una familia para los perros y los gatos». «La gente se suele portar bien en la adopción, pero hay muchos que se echan atrás, por lo que tenemos unas normas para poder acoger», explica María José.

Durante la época estival, la gente adopta menos, ya que se marchan de vacaciones, aunque no aumenta el número de abandonos respecto al resto del año. «Las personas no se plantean el hecho de tener un animal como deberían hacerlo, por lo que tendrían que pensar que estos animales viven entre diez y dieciséis años», recalca Estela. Además, remarca que «no son un juguete para los niños y, por eso, los padres deberían ser responsables».

«Estos animales tienen una vida, aunque no hablen ni puedan defenderse», afirma María José. Por ello, pide a la ciudadanía que sea consciente. No obstante, la presidenta y la secretaria lamentan que el abandono de animales no vaya a terminarse nunca, algo que atribuyen a la existencia de «personas irresponsables y sin corazón».