José Caselles Salvá, vecino de Oliva, es la viva imagen de la desolación. Cada año, justo el día después de la «cremà» de las fallas, inicia, con mucho trabajo y dedicación, la cosecha de sandías y melones que después comercializa. Hasta ahora le había ido bien, pero este año, la plaga de jabalíes que acechan los campos de la mayoría de municipios de la comarca han acabado con la totalidad del género cuando estaba a punto de darle salida. Unos 30.000 kilos de fruta que ha quedado totalmente destrozada.

«Quienes lo han visto, me dicen que aquí no ha entrado un jabalí o dos. Aquí se ha metido una manada entera, 50 o 60 animales». Han arrasado con todo, tanto la fruta como la vegetación que crece entorno a ella.

Y no es que Caselles no tome medidas para evitarlo. Según explica, él llega a acuerdos con propietarios de tierras que no están cultivadas que se las ceden a cambio de mantenerlas limpias y trabajadas. Su especialidad son las sandías y melones, una técnica que, dice, aprendió de su suegro y desarrolló, sobre todo, durante los tiempos de crisis cuando se quedó sin trabajo y la venta de la fruta le servía de sustento.

El campo en cuestión está todo rodeado por una tela metálica instalada por él mismo y que los jabalíes han agujerado por varios puntos. «Son muy listos. Estos animales van a buscar rincones más inaccesibles para cortar la valla y que no se vea. Después se acuerdan de dónde abrieron el acceso para volver», señala.

Él se dio cuenta del destrozo la pasada semana. «El lunes vine y regué. El martes también me acerqué a echar un vistazo. El miércoles no tenía ganas porque estaba cansado y mi mujer me preguntó ¿no vas hoy al campo? y al final vine y fue cuando descubrí lo que me habían hecho», indicaba.

No era la primera vez que los jabalíes le atacaban la cosecha pero nunca había sido con tanta virulencia. «Hace dos años me hicieron daño en una punta, el pasado atacaron dos hileras y esta temporada me han destrozado todo», se lamentaba. Por si esto no fuera poco, una cuarentena de piezas que los animales no se comieron, alguien se las robó.

Pide a las autoridades que pongan medidas urgentes para acabar con la creciente plaga que está acechando los campos de la comarca. «Me he enterado que ha habido una reunión de alcaldes y demás, pero yo lo que necesito es una solución», señalaba. También denuncia que el abandono de muchos campos colindantes provoca el aumento de la presencia de estos animales. «Son tierras que compró una empresa y que están abandonados porque, con la llegada de la crisis, no hicieron nada».

Asegura que, tras lo ocurrido «he decidido abandonar ya toda la cosecha hasta el año que viene. Esto es para llorar. Después de meses de trabajo, lo he perdido todo». La próxima temporada cambiará de parcela. Ha buscado otra mejor protegida, con pared de hormigón para tratar de ahuyentar a los jabalíes.