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Entrevista

"Nuestro imaginario colectivo tiene los valores masculinos petrificados como superiores"

Afirma que «hay que incorporar a los hombres en la rebelión contra el patriarcado»

"Nuestro imaginario colectivo tiene los valores masculinos petrificados como superiores"

P ¿Cómo ve una veterana reportera como usted la situación de las mujeres en el mundo?

R En todas partes la mujer está discriminada, no forma parte de la ciudadanía de primera, aunque, evidentemente, hay diferencias según los países y su calidad democrática. Pero la desigualdad es la tónica general. Sin embargo, la columna vertebral de la construcción social son las mujeres, las comunidades avanzan gracias a ellas, sea en la guerra, en la paz o en las catástrofes naturales. Se puede comprobar ahora en los campos de refugiados o emigrantes, la estructura la montan las mujeres: conseguir alimentos, organizar el campamento, cuidar de la población€

P ¿Y cuál es el papel de las mujeres periodistas frente a esta situación?

R En periodismo, hay una doble vertiente: una es la «otra mirada», cómo nos miran a las mujeres, con estereotipos, roles encasillados, no estamos presentes en los espacios de decisión y de opinión... Y la otra es cómo miramos nosotras para contrarrestar esto. Existe la necesidad de un periodismo que cuente el mundo en femenino, pero ¡que no lo cuenten solo las mujeres! Hay que incorporar a los hombres en esta rebelión contra el patriarcado, porque es una lucha que beneficia a toda la sociedad. Una sociedad que cuente con todos los esfuerzos y todos sus talentos será mejor que aquellas que solo cuenten con la mitad.

P ¿Y cómo se cuenta la vida en femenino?

R Se consigue en la forma de cómo contamos las cosas, con una mirada de género, incorporando en el relato a mujeres que sean referentes, en definitiva, dándoles visibilidad, porque parece que las mujeres no han hecho nada a lo largo de la historia, y que lo que hacen tiene menos valor. Hay que entrevistar a expertas mujeres, contar lo que hacen las mujeres y, sobre los temas que afectan a la sociedad, explicar cómo afectan a las mujeres, que son la mitad de la población. Cuando se habla de grandes temas parece que solo los hombres tienen opinión. Se necesita una presencia activa, incorporar a las mujeres a la estructuras de poder, de las que siempre han estado excluidas.

P ¿Y cómo contar los conflictos armados con esa mirada de género?

R Hay que preguntarse qué les pasa a las mujeres, qué opinan, no solo como víctimas, sino como protagonistas. Porque, evidentemente, son víctimas al no estar incorporadas a las estructuras de poder, pero también tienen un papel protagonista. Hay que preguntarse cuáles son las soluciones que podrían aportar. De hecho, las Naciones Unidas, hace pocos años, empezó a exigir, en una resolución, que en las conversaciones de reconstrucción o reconciliación en los conflictos, haya mujeres con capacidad de decisión, y no solo para la foto. Porque se ha demostrado que con la participación de las mujeres se avanza más deprisa y la eficacia es mayor, porque la solución está más enraizada con la vida social, la vida cotidiana y el tejido comunitario que si solo la proponen los hombres. Y no porque las mujeres sean mejores, sino porque su punto de vista supone una complementariedad.

P ¿Algún ejemplo sobre este papel activo de las mujeres?

R América Latina es muy interesante porque hay un liderazgo femenino muy evidente en el activismo, sea por derechos sociales, medioambientales, por las libertades... El activismo suele ser femenino, y son ellas las que han conseguido frenar a los poderes: las Madres de la Plaza de Mayo, las colombianas con el tema de los falsos positivos, las campesinas de Chiapas€ Mientras que a la vez conviven con el maltrato doméstico, con la exclusión del poder. Es muy curiosa esa dicotomía.

P ¿Y esas cosas no se cuentan porque la mayoría de periodistas son hombres?

R En gran parte sí, pero creo que es porque la estructura social que hemos construido es androcéntrica, se considera que la opinión o la cosmovisión masculina es más importante que la femenina. Y si hay más reporteros hombres que mujeres, y si existe esa percepción de que el pensamiento y la acción son valores masculinos, es obvio que es más fácil que lo reproduzca un periodista hombre que una mujer. Aunque hay mujeres que también reproducen esa percepción, porque se entra en una rutina y en unas prácticas inconscientes. Nuestro imaginario colectivo tiene los valores masculinos petrificados como superiores, y hay que pelear contra esto. Como lo sufrimos las mujeres, lo tenemos más claro, pero también hay hombres que lo tienen muy claro y, desafortunadamente, mujeres que no lo tienen tanto.

P ¿Los medios de comunicación siguen siendo reticentes a enviar a mujeres periodistas a las zonas de conflicto?

R Nos costó mucho que nos enviaran. Siempre decíamos que la primera lucha no era la guerra en sí, sino la guerra en la redacción de los medios para que te enviaran a las zonas de conflicto. Esto ya lo decía Anna Politkóvskaya, la periodista rusa que asesinaron y que era una experta en la guerra de Chechenia. De hecho, la enviaron a Chechenia no por lo que sabía, sino porque era la única que no bebía en la redacción. Ha costado mucho. El peligro que hay ahora es que hay una reacción muy fuerte contra las mujeres que ocupan espacios tradicionalmente masculinos, y en las situaciones de conflicto o de violencia, se ataca a la mujer no como periodista, por lo que hace, sino que se la ataca como mujer, y son ataques muy sexualizados: no solo te pueden matar, también hay abusos€ Con las mujeres locales ocurre lo mismo. En determinados medios se decidió no enviar a mujeres, y eso no hay que aceptarlo bajo ningún concepto. El problema no es que vayan mujeres, el problema son los que atacan a las mujeres, y hay que exigir responsabilidades por ello. Yo estoy en contra de que se cercene esta presencia que tanto ha costado conseguir.

P ¿Y esto no está cambiando desde las universidades, donde las estudiantes de periodismo ya son mayoría?

R Es magnífico que haya un gran acceso a la universidad y al mundo laboral, pero no es solo una cuestión de cantidad, sino de calidad. En el año 70 éramos tres reporteras en Televisión Española, no había ni baños para mujeres en el edificio€ Hemos dado un gran salto cuantitativo y cualitativo, pero tenemos que pelear por ocupar espacios en opinión y decisión.

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