l a calle Jaime Torres, con olor a café recién tostado, entre San Francisco de Borja y San Rafael, donde antaño estuvo la vaquería de Conchita y el cine Fantasio. Lleva el nombre de un ilustre e ilustrado alcalde de Gandia. Suso Monrabal me cuenta que nació el 30 de diciembre de 1786. Hijo del notario don Antonio Torres y de Pascualina Roses. Desde pequeño, bajo la batuta paterna, fue un niño modélico, tanto en su comportamiento y educación como en los estudios. Cursó la carrera de Derecho en la Facultad Literaria de Valencia y fue alcalde de Gandia desde 1844 a 1853. Durante su mandato se construyeron el juzgado y cárceles, y fueron incansables sus esfuerzos para modernizar la ciudad. Como premio a su labor fue nombrado Caballero de la Real Orden de Isabel la Católica y el 16 de enero de 1909 el Ayuntamiento acordó dedicar una calle en su memoria.

Pero la persona más sobresaliente de la familia del alcalde Torres fue, sin duda, su padre, don Antonio Torres Horskungeim, un personaje extraordinario dotado de poderes extrasensoriales y paranormales. Pelirrojo de profundos ojos azules y gran envergadura que delataba su origen noruego. Fue el creador y director del Teatro Circo de Gandia que se levantó en el solar donde posteriormente se construyó el Teatro Serrano. Muy pronto abandonó la notaría para dedicarse a sus dos grandes pasiones, el circo y las enseñanzas de los poderes mentales.

Don Antonio presumía de presentar en su Teatro Circo a los mejores artistas de la época, como los célebres payasos italianos hermanos Gongeti. El domador de pulgas salvajes Paco Pusa natural de Beniopa. El tragasables John Wayne, coronel retirado del Séptimo de Caballería de los Estados Unidos de América. El hombre bala don Arístides Mauser, general del ejército Austro-Húngaro, y los célebres trapecistas Gárgoris y Habidis, bisabuelos de Pinito del Oro.

La especialidad cirsense de don Antonio era la telequinesia. Con un simple movimiento de sus ojos era capaz de trasladar cualquier objeto. Hacía volar por los aires los sombreros de los espectadores o lograba que el bolso de una señora apareciera colgado en la red de los trapecistas.

Pero el número más famoso que causó la admiración de toda la ciudad fue el primer ascenso del globo cautivo que realizó desde un descampado cerca del Raval de Gandia. El dibujo del globo apareció en La Ilustración Española y Americana. Suso Monrabal ha realizado el montaje que ilustra este artículo con una antigua panorámica de Gandia tomada por el bisabuelo Ibáñez a finales del siglo XIX. Las niñas que aparecen en la foto son mi abuela Paquita Guzmán Company y su hermana Medina.

Pero la más sobresaliente faceta del padre del alcalde Jaime Torres era, sin duda, su condición de chamán que ejercía con los miembros de su «Cofradía del Poder Mental». Se reunían en los sótanos de la Colegiata, junto a la cripta de los duques borgianos. Un recinto oscuro y silencioso donde años antes se reunía el Tribunal del Santo Oficio. La humedad de siglos rezumaba por las paredes donde todavía podían verse argollas y cadenas para dar tormento a los herejes.

Sentados en círculo se reunían los miembros de la «Cofradía del Poder Mental» para recibir a un nuevo aspirante. Llevaban el rostro cubierto por un antifaz de plata y una pequeña capa roja de terciopelo sobre los hombros. El círculo lo presidía la enorme figura de don Antonio vestido con una sotana blanca y tocado con un capirote de oro. A su lado se sentaba el aspirante, y el notario, tras ungirle la frente con los santos óleos, bisbiseaba una oración en arameo y le daba a beber una copita de vino de consagrar. Luego tomaba una aguja saquera y, apoyándole la punta en la mejilla decía:

-Piensa que no te va a doler.

El neófito temblaba atemorizado y entonces todos los reunidos desfilaban a su alrededor salmodiando: -No te va a doler. No te va a doler. No te va a doler? De pronto don Antonio clavaba la aguja atravesándole la mejilla sin hacerle ningún daño.

Según me contó el jesuita Padre Guim, el confesor más solicitado en la iglesia de Palacio debido a su profunda sordera, el cuerpo incorrupto de don Antonio Torres Horskungeim se conserva en la cripta situada debajo del pozo del patio de armas de Palacio.

Con el paso del tiempo los miembros de la antigua «Cofradía del Poder Mental» fueron evolucionando y en 1928, como muestra la fotografía, acabaron formando parte de una cofradía de la Semana Santa gandiense.