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La marcha al extranjero se frena

El número de personas que dejó la comarca ha vuelto a crecer en 2018 pero lo hace en mucha menor medida que en ejercicios anteriores - Los exiliados no regresan: Solo en seis localidades se registran algunos menos que el año anterior

El número de vecinos de la comarca de la Safor que se afincan cada año en un país extranjero no deja de crecer desde hace casi una década. Un total de 2.400 personas han fijado su residencia fuera de las fronteras del país desde el año 2009. La crisis económica, que conllevó una importante destrucción de empleo durante varios ejercicios, llevó a centenares de personas a hacer las maletas para buscar una oportunidad laboral que aquí no encontraban. Hace diez años, la diáspora era de 3.600 personas. A principios de este ejercicio ya se contabilizaban un total de 6.000.

Ni siquiera la manida recuperación económica de la que se habla desde las instituciones de un tiempo a esta parte ha evitado que muchos vecinos de la comarca prefieran el exilio a seguir encadenando, uno tras otro, empleos temporales, como bien se aprecia en las diferentes estadísticas que ofrece mensualmente el Servef. Eso, aquellos que tienen la suerte de poder firmar uno.

Pese a ello, no hay que dejar pasar un dato que conviene tener en cuenta. Entre el 2017 y el 2018 se marcharon de los municipios de la comarca de la Safor un total de 140 personas según los datos a los que ha tenido acceso este periódico a través de Institut Valencià d’Estadística (IVE).

Son 129 menos que los que se fueron el año anterior y supone la cifra más baja desde que existen datos (2009). Y eso que la coyuntura con la que se llegaba al presente ejercicio era descorazonadora, pues de los cinco años precedentes, en cuatro se habían registrado las cifras más altas de exiliados conocidas.

El último dato supone un frenazo importante a la marcha de vecinos de la comarca al extranjero y también un ejemplo de que la situación tiende a la mejora. Sin embargo, al mismo tiempo también es una evidencia de que aquellos que se marchan, al menos de momento, no están por la labor de regresar, lo que significa que no encuentran nada que les compense dar ese paso. Y es que, aunque es cierto que existe mayor alegría por parte de las empresas a la hora de contratar, la situación laboral no ofrece las garantías de estabilidad suficientes.

Precisamente con el objetivo de dar la vuelta a esta situación, a finales de la pasada semana se daba a conocer que la Generalitat está impulsando el plan GenT, un programa de ayudas para que científicos que se vieron obligados a marcharse porque aquí no les ofrecían garantías con las que poder desarrollar su trabajo investigador dispongan de un impulso para volver de su exilio.

No hay que marcharse muy lejos, hasta el 2016, para encontrar el periodo en el que más personas decidieron poner rumbo más allá de las fronteras del país. Ese ejercicio se marcharon 346 personas que vivían en la Safor buscando un futuro que se presupone mejor. En 2014 lo hicieron 377.

La diáspora empezó a frenarse entre 2016 y 2017. Tras cinco años con tendencia al alza, ese ejercicio fue el primero en el que se redujeron las cifras a nivel interanual y ha ocurrido también este año.

Tímido regreso a casa

El desglose de los datos por municipios permite confirmar que son muy pocos de aquellos que se marcharon los que deciden regresar. Apenas en seis de las localidades se registra una cifra menor que el año pasado. En ellos, además, el número de retornados es muy escaso y apenas le hace sombra a los que toman la dirección contraria. En l’Alqueria de la Comtessa, por ejemplo, apenas se contabiliza una persona menos en el extranjero respecto al ejercicio anterior, lo mismo que ocurre en las localidades de Potries o Rafelcofer. Caso más sorprendentes son los de Xeraco, donde según las cifras del IVE han regresado a casa seis personas este año, o Simat de la Valldigna, con cinco. Castellonet de la Conquesta, por su parte, contabiliza dos exiliados menos que el año pasado.

Gandia lidera el ranking

En el otro extremo, el número de personas que ha hecho las maletas es muy superior. En Gandia, por ejemplo, suman 110 más respecto a los anteriores doce meses. Esta cifra, como es lógico, impulsa al resto de la comarca en lo que respecta a la situación global.

Por su parte, en Oliva la diáspora ha sido de 16 personas y en Tavernes de la Valldigna de 7. Después hay seis localidades que se mantienen tal y como estaban a finales del 2017, es decir, de las que no se ha marchado nadie pero a las que tampoco ha vuelto nadie: Almiserà, Barx, Beniflà, La Font, Palmera, el Real de Gandia y Ròtova.

Las instituciones están poniendo el foco en la necesidad de que las empresas, una vez se visualiza una recuperación del empleo que se refleja en las cifras mensuales y anuales, empiecen a poner el foco en la creación de empleo de calidad, es decir, con contratos estables, con una temporalidad más baja y con sueldos dignos, que permita, entre otros, que muchos de los que un día encontraron mejor situación fuera de casa puedan regresar y volver a aportar su talento a generar competitividad y desarrollo económico en la Comunitat Valenciana.

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