q ue Pozuelo de Alarcón se mantenga en la cúspide nacional de renta bruta per cápita (72.993 euros), según los datos de la Agencia Tributaria, tiene su relativa miga informativa. Que Rocafort (51.056) lidere la Comunidad Valenciana demuestra su conocida pujanza. Que otros municipios del área norte del área metropolitana de Valencia como Godella, Bétera, l'Eliana o San Antonio de Benagéber le sigan en esa clasificación corrobora el poderío que se les presupone a la vista de sus extensas urbanizaciones.

No obstante, la sorpresa llega en el séptimo puesto autonómico y en el 73 nacional. En esa posición de privilegio, por delante de Puçol, por ejemplo, con sus renombrados espacios residenciales de Monasterios o Alfinach, emerge Daimús, una localidad de apenas 3.000 habitantes ubicada en la comarca de la Safor, a menos de una decena de kilómetros de Gandia.

¿En qué destaca Daimús para haber alcanzado los 32.892 euros por habitante de renta bruta que detalla la Agencia Tributaria? ¿Cómo se ha desarrollado este pequeño municipio para superar con creces, en esta clasificación de riqueza, a poblaciones de la Comunidad Valenciana con empaque, tradición residencial y potencial industrial del calibre de Náquera, l'Alcora, el Puig, Chiva o el Campello?

A principios de los años 80 del siglo XX Daimús (entonces Daimuz) reflejaba el carácter bucólico y relajado de tantos municipios de la Safor o la Marina. Como otros muchos, sumaba a su encanto una tranquila playa, situada a kilómetro y medio, en la que despuntaban algunos bloques de edificios de limitada altura, como los Costablanca o los Semiramis.

Dos carreteras enlazaban casco urbano, con una economía centrada en la agricultura, y litoral, que hospedaba, sobre todo en verano, un turismo muy familiar, en el que convivían nativos de la provincia con personas procedentes sobre todo de la Comunidad de Madrid y algunas llegadas de Francia que ya apreciaban su encanto. En la vía principal sobresalía su tradicional camping y tierras de cultivo, hoy reconvertidas en industriales. A mitad de camino, la pedanía de los Pedregales, con su ancestral horno y sus cañaverales.

La otra carretera de unión, en la que el principal atractivo lo concitaba un cine de verano en el que se emitían los últimos estrenos de Cantinflas o Bud Spencer, comenzaba a estar salpimentada de extensos chalés. En la playa, dunas protegidas con chumberas envolviéndolas limitaban el reducido paseo marítimo. Un ramillete de bares y restaurantes como Casa Manolo, heladerías como la Jijonenca o tiendas de comestibles como Lolita surtían a los veraneantes y a los cada vez más residentes habituales.

En las últimas tres décadas Daimús se ha transformado. La primera carretera que aludía constituye ya una sucesión de empresas -con el sempiterno camping entre ellas-. También la carretera que transita hacia Gandia está poblada de industria. Ya prácticamente no existe separación perceptible entre playa y pueblo. La construcción en el litoral se ha duplicado con edificios de apartamentos y chalés residenciales. Casa Manolo tiene una estrella Michelin y con ella compiten restaurantes de gama media-alta. El municipio ha triplicado su censo sin marchitar su encanto. Mantiene su esencia de discreto remanso de paz con una calidad de vida alta. Perfecto para quien tiene dinero y quiere gastarlo o invertirlo con discreción y para quien desea vivir del turismo.