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25 años y miles de cafés

Ramón Sancristóbal lleva toda una vida trabajando en la Cafetería Moreno, en el centro de Gandia

No aparece en la última campaña del departamento municipal de Turismo, que bajo el lema «Tú haces brillar Gandia» difundió en los «mupis» y otros soportes la imagen de los 70 representantes de empresas y entidades acreditadas con el sello de calidad Sicted, pero Ramón Sancristóbal bien podría ser un embajador más de la hospitalidad.

Ramón cumple 25 años trabajando como camarero en la Cafetería Moreno, uno de esos negocios con encanto y con sabor a Gandia, no en vano el establecimiento lleva abierto desde 1962 con vistas a la principal arteria comercial de la ciudad, la calle Major, en el centro histórico.

Es, por tanto, la profesión que ha marcado su vida y la que sigue ejerciendo con gusto. Y es que apenas quedan ya camareros como Ramón en las cafeterías de la ciudad, donde las franquicias y el autoservicio han ido copando las mejores zonas.

Educado, correcto, rápido y pendiente de cualquier detalle que necesiten los clientes. Además, sigue siendo fiel al vestuario clásico; camisa blanca y pantalón negro. «Una vez intentamos que vistiera de negro para ir todo el equipo igual, pero no hay manera, no lo convencimos», bromea Raquel Gutiérrez, que junto a su hermana Patricia llevan el negocio.

Nacido hace 50 años en Daimús -«en els Pedregals», puntualiza- Ramón empezó a trabajar en hostelería con 16 años. En las últimas dos décadas en la Cafetería Moreno ha sido testigo de los cambios en el centro, de hecho cuando llegó pasaban coches por la calle que en los años 90 sería peatonal. En los inicios también había menos bares, menos competencia, y por ende, más trabajo que en la actualidad.

«Ramonet, te tendrían que hacer una escultura de bronce ahí en la esquina», le dice un cliente. Incluso ha recibido regalos por su carácter afable. En un país tan poco dado a las propinas, a Ramón le han sorprendido con alguna camisa y hasta con un reloj.

Hace unos años un turista gallego, mientras se tomaba un café, le pintó un dibujo a carboncillo sirviendo las mesas, que conservan enmarcado en la cafetería. También ha notado el incremento de turistas. «Me preguntan de todo, por las calles, o dónde están el Palau Ducal o el Museu Faller».

Ramón trabaja de lunes a sábado en jornada partida. El ritmo de la cafetería lo marca la actividad comercial de la calle Major. Tienen más trabajo los sábados y, no saben muy bien por qué, los lunes. Hay mucha rotación, personas de paso que toman algo rápido para seguir con sus compras o sus gestiones. Pero también clientes fijos que le conocen bien, como los comerciantes que se hacen un café a primera hora antes de abrir sus tiendas, o el grupo de jubiladas de las 11 de la mañana.

Apunta que el secreto de un buen café está en el producto «y en las manos de quien lo hace». En Moreno no escatiman en el género; escogen un arábica 100% que lo distingue de buena parte de la competencia. «Y luego es fundamental que la cafetera esté bien depurada», comenta.

La actual Cafetería Moreno es la tercera parte de lo que fue en su día en cuanto a superficie. Cuando la abrió Ignacio Moreno, tío de Raquel y Patricia, ocupaba dos números más contiguos; la actual Óptica Moreno, una tienda que hoy está cerrada e incluso la planta alta, un local de ocio abierto por la noche llamado 44. Antes de 1962 era una pastelería que regentaban los padres de Ignacio.

El empresario hostelero fue dividiendo las propiedades para los hijos y falleció en 1988. «Durante una temporada la cafetería la gestionó Eduardo, un camarero que trabajó para mi tío, pero en 1999 le tocó la Lotería Nacional, se lo dejó, y en el año 2000 la cogimos mi hermana y yo», explica Raquel, quien «fichó» a Ramón porque ya había trabajado con su tío.

Tras los años de crisis económica, ahora a Raquel le preocupa la proliferación de las grandes cadenas «low cost» del café, un modelo que se está extendiendo en general por todas las grandes ciudades y amenaza a los negocios tradicionales como el suyo, aunque entiende que ya es algo inevitable. «Pero creo que no cuidan tanto el café ni el servicio como las cafeterías particulares», opina.

Además, añade que en su caso los beneficios se quedan en su ciudad y ella también procura comprar el género a proveedores locales, como los pasteles, las naranjas o la horchata.

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