Su apariencia, su estética heavy, o rocker, o motera en definitiva, cubiertos de cuero y tatuajes, siempre acompañados de sus Harley Davidson, no tendría por qué despistar, pero como estamos hechos de prejuicios, aún hay gente que se sorprende de que la veintena de componentes de Alma de Acero dediquen su tiempo libre a los niños desfavorecidos por cualquier motivo. Esta asociación del Grau de Gandia, que acaba de ser declarada de Utilidad Pública por el Ministerio de Interior, lleva nueve años dotando y mejorando instalaciones como centros de salud, hospitales, comisarías o centros de atención a menores en dificultades. Y todo con el objetivo de que el paso de los niños por dichas instalaciones no deje una huella desagradable en su memoria.

«No somos un motoclub como algunos creen», dice Joan Grimal, el portavoz de Alma de Acero. «Somos una asociación dedicada a proyectos infantiles solidarios, y el hecho de que la mayoría seamos moteros es casualidad». Casualidad o no, su nombre y su estética les otorga un sello inconfundible que les distingue de otras entidades similares.

Alma de Acero nació en 2010, cuando la pequeña Ada (Águeda Bolta), murió de un cáncer tras una larga lucha contra la enfermedad, dejando desolados a su familia y amigos. Ese mismo día, un grupo de 14 amigos de los padres de la niña, Rosa y Rafael Chiqui, todos aficionados al mundo de las motos, se conjuraron para recaudar fondos destinados a la residencia oncológica infantil de València en la que Ada estuvo ingresada. «Inicialmente fue un gesto de agradecimiento hacia los que la trataron en València», dice Grimal.

De aquel gesto inicial de agradecimiento se pasó a una convocatoria anual, o mejor dicho, dos, porque además del festival Alma de Acero, que se suele celebrar en noviembre, hace varios años que también convocan en verano una Matinal Motera para recaudar fondos. Decidieron llamarse Alma de Acero «porque las iniciales (ADA) coincidían con el nombre de la niña, y porque un amigo le dedicó una canción con el verso cuerpo de cristal, alma de acero, por su fortaleza, comenta el portavoz.

En varios años consiguieron reunir más de 70.000 euros para la residencia oncológica infantil que la Asociación Española Contra el Cáncer tenía en València. «Les dotamos de material, juegos, ordenadores, televisiones...». Cuando esta residencia cerró, los miembros de Alma de Acero se quedaron un poco huérfanos, así que decidieron dedicarse a mejorar otras instalaciones como las áreas de Pediatría de los centros de salud de Gandia, donde alegraron con dibujos y colores las salas de espera, o el área de Oncología Infantil de La Fe de València, a la que dotaron de 3 Smart TV interactivas «para que los niños que estuvieran aislados en la unidad de radioterapia pudieran contactar con sus familias».

Continuaron con su objetivo decorando una sala de la comisaría de Gandia «donde nos dijeron que iban a declarar las mujeres víctimas de violencia machista, que muchas veces iban acompañadas de sus hijos», cuenta Grimal. También han colaborado en frecuentes ocasiones con Cáritas, el CAI de Gandia, Buñoleras sin Fronteras, el Preventorio Infantil, o en campañas de recogida de alimentos o mantas cuando llega el frío.

El gran reto que han adoptado últimamente es el centro de acogida de menores La Safor, situado en Beniopa, donde residen de forma temporal o continua niños y adolescentes de familias con problemas que les impiden atenderles. «Conseguimos reunir material y dinero para transformar la sala de estar», señala Grimal. Ahora, dicha sala cuenta con mobiliario nuevo, paredes pintadas y decoradas, libros, videojuegos y televisores. Y próximamente, con los fondos que recauden en el festival de noviembre, acondicionarán las habitaciones de los menores de este centro, que han visto en los miembros de Alma de Acero, hombres y mujeres, un referente en el que mirarse. «Cuando vamos a verlos y oyen el sonido de nuestras motos, ¡se vuelven locos!», afirma satisfecho el portavoz.

«No entregamos dinero, solo material, que muchas veces conseguimos gracias a los patrocinadores y muchas empresas que nos lo dan a precio muy económico», puntualiza Grimal. «Es la mejor manera de asegurarnos que todo llega a buen puerto», concluye.