Una de las primeras noticias referentes a la vigilancia de la costa es la recaudación de 1463-1464, con destino al pago de la guardia de la mar en que los «Magníficos Procurador y Bayle General, Justicia y Jurados de la villa de Gandia», en la que se detalla cada uno de los pueblos contribuyentes, y todo ello refrendado por el Clavario de la Villa de Gandia, Melchor Monroig. Hasta mediados del siglo XVI existió un cinturón de defensa marítimo-terrestre de vigilancia que, desde determinados puntos elevados y diseminados estratégicamente, se velaba mediante el apoyo de vigías.

A partir de la segunda mitad del citado siglo se militarizó, centralizando el cuerpo y pasando a depender de la Administración Real. Dicho cuerpo militar estaba formado por especialistas, tales como vigías, atajadores, visitadores, requeridores jinetes, todos bajo los preceptos de una detallada ordenanza. Los berberiscos y piratas eran especialistas en burlar la vigilancia costera. Sus sigilosos desembarcos nocturnos y el ocultismo que les proporcionaban los bosques litorales de la Dehesa, así como los de las cercanas montañas, conformaban sus bases de ataque a transeúntes, alquerías y poblados.

En el mes de julio de 1542, con motivo de la captura de unos monjes del Monasterio de Aguas Vivas, la guardia de Gandia se vio obligada a vestir presto la cota, empuñar la pica y arcabuces y partir raudos formando compañías de 10 hombres mandados por el denominado «Cap de Dehena». Y cada cinco compañías estaban capitaneadas por el «Cap de Cinquantena». El 7 de julio de 1556 fueron apresados los hermanos Bartolomé, Pedro y Simón Santamaría, los cuales habían pernoctado en la alquería paterna, siendo asaltados por un grupo de piratas, los cuales solicitaron un respetable rescate, y obligando al Magnífic Mosen Rull, «Jurat en Cap», a consultar con los ciudadanos de la villa si estaban dispuestos a pagar por el rescate.

Ya en 1573 Leonardo Dato alertó de un ataque berberisco apoyado por moros del Reino de Valencia. Por ello el reforzamiento del cuerpo de guardias de la mar culminó con la construcción de torres vigía distribuidas por el litoral que, en el caso de nuestra costa, las conformaron Oliva, Piles, Gandia, Jaraco y Tavernes de la Valldigna.

La torre vigía del Grao de Gandia fue encargada por el Rey Felipe II al Virrey de Valencia, Vespasiano Gonzaga, al igual que la de Piles y Cullera. Fe de su existencia nos la proporciona el notario Onofre Juan Navarro, quien el 25 de febrero de 1650 describió la torre, así como las tierras de su entorno y las anejas. En dicho protocolo detallaba que la torre de defensa del Grao estaba situada en la llanura de la playa, cerca del arroyo de San Nicolás. De estructura cuadrada, se encontraba cercana a la casa de las rentas y algunos almacenes particulares. Distaba de la torre de Piles una legua de playa de arena, siendo ocupada hasta 1887 por los carabineros. En 1888, por encargo del notario Pascual Sanz y Forés, fue medida la distancia existente entre el caserío del Grao y la línea marítima, ascendiendo a 580 pasos.

En la imagen superior de esta página se aprecia el puerto de Gandia, con la playa de Venecia, en una instantánea tomada en el año 1902. Es la vista que se habría apreciado desde lo alto de la torre derribada entre los años 1887 y 1888. Debajo, a la izquierda, la misma zona vista hacia poniente, en la que se aprecia el edificio de consignación de buques en el año 1896. A la derecha, recreación realizada por Suso Monrabal, de la torre vigía del Grao de Gandia, que se situaba en ese camino, a la altura de lo que actualmente es la plaza de Oriente.