Las fotos antiguas que ilustran la parte superior de estas páginas fueron tomadas hace 30 años, en 1988. Las obras para la reconversión del antiguo convento franciscano de Sant Roc en lo que hoy es la sede del Institut Municipal d'Arxius i Biblioteques (IMAB) avanzaban a buen ritmo. Hasta entonces, la biblioteca de Gandia se situaba en un pequeño local en la misma plaza Jaume I, de unos 75 metros cuadrados, con apenas una treintena de asientos para los lectores y unas pocas docenas de libros, que fue inaugurada en 1959 por el mismísimo José María Fynat, que aparte de conde de Mayalde fue un conocido represor franquista. «Llevábamos un atraso considerable», afirma Àlvar Garcia, actual director-gerente del IMAB. Garcia fue uno de los impulsores de la gran transformación del servicio público de lectura en la ciudad. Con los primeros ayuntamientos democráticos, se avanzó a pasos de gigante hasta alcanzar los estándares europeos, logrando que la biblioteca de Gandia fuera una referencia, no solo valenciana, sino a nivel estatal.

El traslado de los juzgados, la prisión, el viejo museo arqueológico y el antiguo asilo de ancianos que gestionaban las monjas franciscanas permitió convertir el Convent de Sant Roc, fundado en 1588 por el V duque, Carlos de Borja, en un gran centro cultural, que ahora alberga la Biblioteca Central y el Arxiu Històric de Gandia. «No se trataba solo de contar con un espacio más grande, sino de modernizar el servicio y, sobre todo, de acercar la lectura a los barrios», explica Garcia. Por ello, además de la reconversión del gran edificio, paralelamente comenzó a gestionarse la red de bibliotecas públicas en los diversos distritos de Gandia: la del Grau (creada en 1987), Beniopa (1988, que cumple ahora 30 años), Benipeixcar-Raval (1990) y Santa Anna (1995), sin olvidar la Biblioteca Infantil (1984), ubicada en la antigua estación del tren Carcaixent-Dénia, la primera de estas características creada en la Comunidad Valenciana.

Esta descentralización fue pionera. «El secreto era tener un gran centro referencial, grande, moderno como los europeos, pero a la vez ofrecer un servicio de proximidad al lector, porque no tenía sentido contar con una gran biblioteca en el centro de Gandia y que los vecinos del Grau, por ejemplo, se tuvieran que desplazar para tomar prestado un libro», cuenta el director.

Esta red descentralizada de bibliotecas fue una de las tres patas en las que se basó el éxito del sistema gandiense. La segunda fue la adhesión al Programa de Análisis de Bibliotecas (PAB) de la Fundación Bertelsmann. Por primera vez, un hecho cultural como es la lectura se sometía a análisis estadísticos y parámetros de gestión europeos. El PAB, financiado por la fundación creada en España por Reinhard Mohn, dueño del Círculo de Lectores, se basaba en un exitoso sistema alemán de organización de bibliotecas públicas. Y Gandia, a mediados de los años 90, fue una de las primeras cinco ciudades españolas en formar parte de este proyecto modernizador: se analizaba la oferta (infraestructuras y fondos) y la demanda (cantidad y distribución de los préstamos de libros, número de usuarios y su porcentaje respecto a la población total, etc.) con el fin de obtener estadísticas fiables que permitieran mejorar servicio y corregir errores, y compararlas con las estadísticas de otras ciudades.

Y la tercera pata del éxito del IMAB fue el servicio multicultural para atender a la población migrante, el primero en una biblioteca valenciana y que también sirvió de ejemplo a nivel nacional. «Creamos grupos de trabajo con aquellas comunidades extranjeras que contaran con más de 100 integrantes», explica Garcia. Se compraron libros en otros idiomas para su préstamo, podían usar el servicio de internet, había clases de idiomas... «De alguna manera las bibliotecas les acogieron, fue el primer contacto que tuvieron con la administración, un aterrizaje suave en esta ciudad», argumenta. Actualmente, este servicio multicultural ya no se presta, al menos con el mismo formato, «porque los migrantes ya están mucho más integrados y tienen sus propias asociaciones e interlocutores».

Y, sin duda, la estrella del IMAB sigue siendo la atención al público infantil, con un servicio igualmente pionero en sus inicios en la biblioteca de la antigua estación, junto a la Renfe, y en ahora la misma biblioteca central y en las sedes de distrito. «Y además ofrecemos refuerzo escolar para los alumnos con más dificultades, un servicio que padres y profesorado nos agradecen mucho», agrega Garcia.

¿Y el futuro? Después de tres décadas de crecimiento continuo, y con nuevos paradigmas ¿qué les espera a las bibliotecas públicas de Gandia? «Pues seguir creciendo, porque se gestó como un servicio intocable, que, mandara quien mandara en el ayuntamiento, fuera creciendo en todas las legislaturas». Y eso, según el director, «se consiguió gracias a la complicidad de toda la sociedad, y en eso también fuimos líderes».