Según Miguel Vicente García, en un principio pensaba que su tío abuelo podría haber sido herido en la Batalla del Ebro, «pero no fue así». Según relata, cuando el ejército de Franco entró en Cataluña y marchaba en dirección a Barcelona, colocó una especie de cuña en terreno enemigo. El 23 de diciembre de 1938, cuando empezó oficialmente la llamada Campaña de Cataluña, Salvador Llidó estaba en un cuartel del Arma de Artillería, en Figueres, y lo enviaron a un lugar entre Serós (Lleida) y Barcelona.
Resultó herido entre el 23 y 31 de diciembre y lo evacuaron a Manresa, donde el responsable médico había establecido un sistema de selección en función de las heridas. El grupo A eran los heridos en los brazos, el B en las piernas y el C en la cabeza. «Los del grupo C podían quedarse en dos hospitales de Manresa, en el Central o en el de la Sang, donde falleció mi tío». «Se sabe por el acta de defunción que falleció a las 2.30 de la madrugada, a dos meses de cumplir los veinticinco años de edad».
Miguel Vicente García pensó en hacer un análisis de ADN a su padre, el familiar vivo más directo «para poder cotejar los restos de ambos». Pero no pudo ser porque Salvador fue enterrado junto a otras muchas personas y los restos se han disuelto en la fosa común. Salvador tuvo la mala suerte de fallecer en los tres últimos meses de la Guerra Civil y no llevar documentación encima, por eso ha costado tanto poder localizarle.
García preguntó por la posibilidad de la exhumación y traslado de los restos desde Manresa a Oliva, pero le dijeron que en 2005 hicieron un homenaje y localizaron a 50 familias. «En el caso concreto de mi tío sólo conocían el nombre y apellidos y era prácticamente imposible». Ahora tiene la ilusión de poner la foto de Salvador Llidó en la lápida familiar del cementerio de Oliva, donde reposan los abuelos y padres del malogrado soldado republicano.
