En un mundo tan cambiante como el actual no es frecuente encontrarse en el centro de Gandia con comercios que lleven abiertos al público más de cien años. Los hornos tradicionales son, quizá, los que más han resistido el paso del tiempo y las crisis económicas. Uno de ellos es Treballem per gust, un despacho ubicado en la calle Duc Carles de Borja.

En la actualidad el negocio lo forman dos establecimientos, uno es una cafetería que da a la calle Sant Francesc de Borja (que en su origen era la puerta principal del horno) y otro el despacho de pan propiamente dicho, que bajo el rótulo Treballem per gust se abre a la calle paralela, Duc Carles de Borja.

El establecimiento ya lo regenta la cuarta generación de una familia de panaderos; actualmente cuatro hermanos bien avenidos: Amparo, Tomás, Pepe y Mónica. A pesar de su nombre comercial se ha conocido por otros más, como «el forn de la senyora Rosario», «el forn de l'alcalde», o «de Sant Francesc», aunque quizá el más popular y extendido sea «el forn de les rosquilletes» por la fama que ha adquirido su producto estrella.

El secreto de su sabor, según uno de sus artesanos, Tomás Julio, es «utilizar los mejores ingredientes como aceite de oliva, agua, sal, levadura... y cocerlas al horno de leña». Y es que esa es otra particularidad de este histórico establecimiento: es la única panadería de Gandia que sigue utilizando un horno moruno. «En algún pueblo de la Safor todavía queda alguno, pero ya no son habituales», explica.

Sobre las diez de la noche se llena de leña (de pino) y a la una de la madrugada se le prende fuego. Tras un par de horas quemando las brasas se apartan a un lado, pero no se sacan, para mantener una temperatura constante y poder cocer los diferentes productos. Las rosquilletas las hornean por la tarde, porque requieren menos calor que el pan, unos 180 grados.