Los peores presagios se están cumpliendo. Las lluvias, prolongadas durante ocho días, con una altísima humedad ambiental y con la inundación de amplísimas zonas plantadas de cítricos, especialmente en la Valldigna, van a causar millones de euros en pérdidas por el deterioro de la fruta.

El «pixat» y «l'aiguat», que afectan a la fruta que está en una fase avanzada de maduración, obligará a tirar para el ganado cientos de toneladas de fruta. Mucha más se deteriorará hasta el punto de no poder comercializarse como producto de primera calidad, lo que, unido a los bajos precios que se pagan por algunas variedades, hará que se queden en los árboles, sin ningún valor. Todas las mandarinas y la navelina que no se habían recogido están entre las peor paradas.

Tanto Alberto Roig, de la Unió de Llauradors, como Vicent Faro, de AVA, señalan que en las zonas especialmente afectadas por el temporal como son el extenso término municipal de Tavernes y la no menos grande zona de Marxuquera, que se reparte en varios términos, los daños son cuantiosísimos. Roig, valorando también los daños en infraestructuras agrarias, incluso señalaba que lo lógico sería declarar zona catastrófica las partidas más afectadas por este temporal.

En la parte positiva, que también la hay, allí donde ha llovido con «trellat», descargando entre 200 y 300 litros pero con un buen drenaje, la fruta que aún está verde ganará calibre, y los árboles agradecerán la limpieza y el aporte de una humedad al suelo que durará meses.

También en el ámbito agrícola, pero en las infraestructuras, los ayuntamientos apenas iniciaron ayer, en el primer día sin lluvias intensas, el balance de los destrozos. Se sabe, eso sí, que van a ser cuantiosos. En los términos de Ròtova, Alfauir, Gandia, Palma de Gandia, Ador, Villalonga o la Font d'en Carròs, Xeraco o Xeresa, además de todos los de la Valldigna, hay viales que han quedado intransitables y decenas de metros de márgenes, públicos y privados, se han desmoronado consecuencia de la ingente cantidad de agua caída. Tavernes pedirá la declaración de zona catastrófica, pero es seguro que, con la valoración económica sobre la mesa, muchos más solicitarán que otras administraciones aprueben ayudas para acometer las reparaciones.

Otra de las consecuencias que obligará a invertir cientos de miles de euros ha quedado bien visible en las playas. Por una parte, se han producido destrozos, consecuencia de la inundación, en distintas urbanizaciones de costa, pero también el temporal marítimo, que ha sido intenso especialmente durante la noche y madrugada del pasado lunes, ha vuelto a provocar el arrastre de arena en las zonas habituales.

No hay más que comprobar cómo la hilera de bungalós de primera línea de la playa de la Goleta, en Tavernes de la Valldigna, ha vuelto a quedar a merced de las olas, de manera que cualquier nuevo temporal de levante se presenta como un riesgo para que, como ocurrió en enero de 2017, vuelva a ocasionar daños. Esa zona había sido regenerada hace unas semanas con el aporte de arena procedente de Xeraco.

También en Piles se ha producido un nuevo avance el mar que evidencia la necesidad de aportar más arena para garantizar una mínima extensión de cara los meses del verano. Además, en esta zona litoral, y en menor medida en la costa situada al sur de la desembocadura del río Serpis, han vuelto a aparecer cientos de miles de cañas arrastradas por las corrientes que el mar ha devuelto a la arena. Eso mismo ocurrió en diciembre de 2016, cuando tuvo lugar otro episodio de lluvias torrenciales y temporal marítimo de levante. Entonces ya hubo polémica sobre qué administración tenía que financiar las labores para retirar todos esos residuos y llevarlos a un vertedero.

La vertiente positiva

Obviamente, cada temporal de lluvia, por muchos daños que pueda causar, siempre tiene su parte positiva. La cantidad acumulada, y especialmente los muchos días en que se ha producido esa precipitación, ha facilitado la infiltración a los acuíferos. Se garantiza, sin ninguna duda, el riego para, al menos, dos años.

También los espacios naturales, desde montes a zonas húmedas, se sitúan ahora en niveles hídricos óptimos, algo que no ocurría desde las intensas lluvias de hace ahora dos años.