M i buen amigo José Matoses, naviero, banquero, consejero y gandiense de pro, me acompaña hoy en un paseo sentimental por la plaza de Loreto, donde nació en el año 1933 y vivió buena parte de su vida.

Al entrar desde la calle Mayor por la parte de la derecha, la primera casa de la esquina era la del pediatra don Juan Rico Climent, alto, delgado, de mirada amable y amigo de mi padre, con quien cambiaba impresiones sobre el cultivo de los manzanos. No puedo dejar de recordar a sus hijos: Joaquina, Pilar, Juan Luis, Antonio, Fina, Carlos y Consuelo, mi querida consuegra. Luego estaba la casa de los padres del notario Iranzo, célebre y simpático personaje protagonista de divertidas anécdotas. Por allí vivía también un hombre de inmensa barba blanca, como la de un profeta del antiguo testamento. Era el señor José María Miñana García, encargado del Registro de la Propiedad.

Venía a continuación una amplia casa con historia donde estuvo la oficina de seguros de mi querido consuegro Juan Tormo. En tiempo de la República albergó la primera Universidad Popular y, durante la guerra, se instaló allí la FAI, Federación Anarquista Ibérica. Me cuenta Matoses que a todas horas oía cantar A las barricadas, y al finalizar la guerra se encontraron allí gran cantidad de billetes de la República, que ya no tenían ningún valor. Luego ocuparon el local los falangistas y, en vez de cantar A las barricadas, cantaban el Cara al sol y hacían sonar a todas horas los tambores y las trompetas.

En la casa de al lado tenía su vivienda y laboratorio de análisis mi admirado Jesús García Gorrita. Hoy ocupan aquel lugar los estudios de radio de Onda Naranja Cope. En la misma acera estaba la tapicería de Salvador Martí y la ortopedia de Oterino, donde compré un brazo ortopédico, para imitar el brazo incorrupto de Santa Teresa, que usé en la presentación de mi novela El nieto secreto del general Franco. Junto a la ortopedia estaba la casa de Andrés Ibáñez, el recaudador de tributos municipales.

Donde hoy están la Cervecería Alemana y el Bar La Poma había varias casas. En una de ellas vivía la modista Concheta, casada con Andrés Giménez; una de sus nietas es hoy colaboradora del profesor Grisolía y otra ejerce como arquitecto en Qatar. En la casa de al lado nació Juan Bernabeu Quiles, el famoso legionario Bernabeu, muerto heroicamente en la guerra de África, que tiene calle a su nombre. He preguntado a diversas personas de las familias Bernabeu y Quiles sobre el célebre legionario, pero ni unos ni otros lo reconocen como miembro de su familia. Sólo hay información desde que ingresó en el Ejército, y de él les hablaré en otra A toda plana.

En el centro de aquella plaza, recoleta y popular, hubo una fuente de mármol rosa con chorrito, como el que pedía Pepe Isbert desde el balcón del Ayuntamiento en Bienvenido Mister Marshal.

Siguiendo con las casas que dan a la plaza, estaban la de Teresa «la Negra». La de Teresa «del dit tallat». La de Melo, cuyo hijo trabajaba en Glendor, y la de los Matoses, en cuya fachada está la Virgen de Loreto. El señor Rafael Matoses, incansable trabajador, pasó de la tartana al taxi que guardaba en la misma casa. Durante la guerra fue obligado a conducir más de una vez, con harto dolor de su corazón, la Marina Gandiense que llevaba a los que iban a ser fusilados en La Pedrera. Hablando de fusilamientos, recuerda Pepe entre sus vecinos a un hombre siempre serio, que parecía estar enfadado con todo el mundo; y no le faltaba razón, porque al poco tiempo de finalizar la Guerra Incivil, fusilaron a sus dos hijos.

Donde hoy abre sus puertas la Universidad Popular, estaba el parque de bomberos, que fue también refugio antiaéreo durante la guerra. Cerca vivía Pepet «el Tort» con su pequeño esparadrapo sujetándole los párpados sin pestañas de un ojo perdido en el batallar de la vida. Pepet fundó el As de Oros, un bar restaurante con el mejor marisco, famoso en toda España. El primer local estuvo en la calle Mayor, junto a la antigua farmacia de Ros, en el lugar donde hoy se levanta el edificio Telefunken. Luego, en la calle Mártires, en la calle Alzira y, finalmente, en la playa.

Desde la plaza a la calle Mayor había una tienda de salazones, la zapatería de Ruiz, la tintorería de Pomar, gran coleccionista de fotografías y carteles de cine, y la librería Rico.