Llegó el fin. Después de clasi siglo y medio de presencia en Gandia, las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada abandonan la ciudad y la que ha sido durante todo este tiempo su casa, el antiguo Convent de Sant Roc, popularmente conocido como el Beato. La falta de vocaciones, de relevo generacional, ha obligado a la congregación a cerrar sus puertas en la capital de la Safor. Las tres religiosas que quedan serán trasladadas después de Navidad a otras casas de la orden: las dos más ancianas a la residencia que la congregación tiene en l'Alqueria de la Comtessa, y la otra, a Teulada.

Las últimas franciscanas de lo que fue la Beneficencia de Gandia no ocultaban ayer su pesar. «No queremos irnos, pero no hay más remedio», comentó la hermana Mari Ángeles. Desde finales del siglo XIX, el antiguo Convent de Sant Roc y la capilla del Beato Andrés Hibernón han sido regentados y cuidados por las religiosas, con ayuda siempre de la ciudadanía más devota al Beatet y del ayuntamiento.

Desde 1872 cuidando ancianos

Fue Joaquín Ballester (1865-1951), alcalde de Gandia y destacado miembro del movimiento conservador y católico valenciano, quien promovió la llegada de las religiosas a la ciudad en 1872. El convento franciscano de Sant Roc, creado en 1588 por el duque Carlos de Borja, hijo de San Francisco de Borja, se encontraba vacío tras la Desamortización del siglo XIX, cuando numerosos centros religiosos fueron expropiados y vendidos a particulares.

Ballester cedió el edificio, ya en manos municipales, a las franciscanas de la Inmaculada para que se dedicaran a cuidar a los ancianos desamparados de la ciudad. Esta función la cumplieron las religiosas durante más de cien años, hasta que a mediados de los años 80 del siglo XX, el Ayuntamiento de Gandia emprendió la reforma del antiguo convento para convertirlo en el actual Institut Municipal d'Arxius i Biblioteques. Los ancianos de la Beneficencia fueron trasladados a otros centros geriátricos más modernos de titularidad pública, y las religiosas, cuyo número ya había descendido notablemente, se dedicaron únicamente a cuidar de la iglesia de Sant Roc o del Beato, mientras mantenían su residencia en un piso habilitado junto a la Biblioteca Central. Asistían al cura y a los devotos que acudían, algunos diariamente, a la misa de las 8.15 horas. Abrían la puerta a los fieles que a cualquier hora querían encender un ciriet al Beatet. Custodiaban el templo, atendían los preparativos de la boda de las parejas que querían casarse allí y también las necesidades de las cofradías del Santo Sepulcro y del Nazareno de la Semana Santa de Gandia.

¿Quién se ocupará ahora de organizar todas estas tareas? «Aún no hay nada decidido, estamos manteniendo conversaciones», afirmó ayer a este periódico Jesús Montolío, presidente de la Asociación Beato Andrés Hibernón, la entidad encargada de las celebraciones en torno al Beatet, la figura religiosa que más devoción despierta en Gandia. De hecho, hace semanas tuvo lugar una reunión entre representantes de la congregación de las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada, el Arzobispado y el Ayuntamiento de Gandia, con la alcaldesa al frente.

Así que, aunque parece que los servicios religiosos continuarán en la iglesia del antiguo Convent de Sant Roc (al menos en las fechas señaladas), y que seguirán siendo oficiadas por los vicarios de la Colegiata de Gandia, de momento se desconoce quién estará a cargo del cuidado de la iglesia y de la capilla del Beato.

«Las campanas seguirán tocando»

Todo el complejo arquitectónico que comprende la iglesia de Sant Roc, el antiguo convento (ahora sede de la Biblioteca Central y del Arxiu Històric de Gandia), el antiguo juzgado y el edificio contiguo que albergó en un tiempo la oficina de Correos es de propiedad municipal, y ocupa gran parte de la manzana que da a cuatro calles: la plaza del Beat Andreu Hibernon (antes llamada de Sant Roc), la plaza Jaume I (popularmente conocida como dels colomets), y las calles Puríssima y Sant Francesc de Borja, donde se encuentra la entrada a la capilla del Beatet.

Con la marcha de las religiosas, el ayuntamiento podría tener ya a su plena disposición las dependencias que ocupaban hasta ahora para destinar el resto del edificio, que aún está por reformar, a otros usos. Mientras, «las campanas del Beatet seguirán tocando todos los días», asegura Montolío.