en el verano del 2006 ya ocurrió algo muy parecido a lo que sucedió la semana pasada con el pesquero Nuestra Madre Loreto. En aquella ocasión, se rescataron 51 los migrantes y la embarcación era Francisco y Catalina.

El pesquero Nuestra Madre Loreto se encontraba faenando en aguas internacionales entre Libia, Malta y Lampedusa. Era de noche cuando, según versión del patrón, Pascual Durá, observaron a pocos metros del barco una patera repleta de personas a punto de hundirse. Lograron salvar a 12 subsaharianos de los muchos que allí había. El resto, la mayoría, fueron rescatados por una patrullera libia cercana al lugar. Más allá de heroicidades y situaciones más o menos emotivas, los pescadores los rescataron cumpliendo la legislación sobre los náufragos, cuyo socorro en el mar es una obligación. La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho Internacional del Mar en su artículo 98.1 también dice: «Quienes no socorran a los náufragos serán considerados delincuentes porque violan la ley». Si expreso todo esto es para poder analizar las cosas de manera más fiable, sin dejarme llevar por el sentimentalismo y la lágrima fácil.

Por lo visto, leído y escuchado a lo largo de estos días, el patrón del pesquero, una vez hecho el rescate, contactó con las autoridades maltesas e italianas, y supongo que también con las españolas, porque al encontrarse en aguas internacionales por ley así debía de hacerlo en primer lugar. Italia y Malta hacen caso omiso a sus peticiones de atraque. Desde España, a través de Exteriores, y siempre según su versión, le comunican que lleven a los náufragos al puerto más próximo y seguro. Por negativa de unos y por el temor de ir a Libia no consigue desembarcarlos y es a partir de ahí donde empieza a agitarse el «sonajero» político-mediático y económico. Aparecen los periodistas, extienden la noticia y comienza el revuelo informativo. El patrón se pasa el día a través de la radio y la televisión explicando lo ocurrido. Dice, entre otras muchas cosas, que no les quedan casi víveres ni gasóleo para subsistir más de seis días, y con temporal a la vista. Pero, sobre todo, que el Gobierno Español les tiene abandonados a su suerte. Lo de Radio Elche fue un auténtico valle de lágrimas.

Su padre, y además armador, que lleva tres rescates como éste a sus espaldas, incluido el de l Francisco y Catalina, hace lo mismo desde el puerto de Santa Pola. Como ya pasó en el 2006, empiezan todos a sacar pecho, y a ser posible algunos también tajada. Los vecinos, ¡pobres vecinos!, con la alcaldesa a la cabeza, se echan a la calle para exigir una rápida solución. La vicepresidenta de la Generalitat, Mónica Oltra, desde Valencia, expresa que el Consell está trabajando a destajo para que el pesquero pueda volver a casa lo antes posible. Y, por si faltaba algo, desde la meseta el líder de Podemos, Pablo Iglesias, exige al Gobierno, del que es «vicepresidente a la sombra», que agilice la vuelta a casa del pesquero. Todo un auténtico despropósito.

Lo de volver el barco a Santa Pola es de chiste. Como lo es ver al barco dando vueltas en «tierra» de nadie. Legalmente nadie les puede impedir que vuelvan a casa, y más ahora por Navidad (razones humanitarias incluidas). Las aguas internacionales así lo contemplan. En ellas, lo que es delito es el tráfico de armas, de drogas, la piratería marítima y pescar tallas no permitidas.

Otros, como los de Open Arms, conocidos como las «moscas cojoneras» del Mediterráneo, caldean más el ambiente y politizan la situación al máximo nivel. El armador del Nuestra Madre Loreto y padre del patrón, veterano en estas lides, se queja amargamente de que el Gobierno se resiste a dar una solución. «Nos han abandonado», dijo desconsolado.

Si no fuera que estamos hablando de vidas humanas y de unas menesterosas personas que, por lo único que luchan es por subsistir en un mundo tan cruel como este, creería que lo del Nuestra Madre Loreto es el guión de una película del maestro Berlanga.

Los tripulantes del pesquero español sabían, porque así lo expresa la Ley, que tenían que salvar sí o sí a los subsaharianos. A partir de ahí, y una vez comunicada la situación a las autoridades españolas, si las mismas les torean, o eso creen ellos, tendrá que ser el patrón quien tome las riendas y las decisiones. Estas podrían ser algunas de las muchas posibles. Se quedan faenando a la quisquilla con once personas más a bordo, lo politizan, lo publicitan, u optan volver a Santa Pola, cosa que nadie les impide. Para mí la mejor opción, y una vez en España exigir responsabilidades e indemnizaciones, si corresponden. Siempre recordarán y serán recordados por haber evitado que doce personas muriesen ahogadas en ese mar Mediterráneo, que tantas vidas se lleva todos los años por delante, y sólo por haber nacido pobres. Esa, y no otra, es la gran putada de lo que día sí y otro también sucede en ese maldito mar.

Hoy, hasta el bueno de Serrat está triste por lo que allí acontece. Pero qué le voy hacer, si yo nací en el Mediterráneo.