los políticos, bajo la anuencia de sus asesores-adosados, cuando han de dar una noticia a la ciudadanía en prensa, radio y televisión, tienen por costumbre adornarla con el vocablo impacto. Últimamente en Gandia ocurre muy a menudo. Impacto, aunque sea a «ojo de buen cubero», es la habitual y ajada palabra que encanta pronunciar a nuestros alcaldes y concejales cuando quieren impresionar, casi siempre ficticiamente, a ese pueblo que tanto quieren. A mí personalmente me gusta más la palabra impactar y alguno de sus sinónimos: epatar, asombrar, deslumbrar, sorprender pero, sobre todo, pasmar.

Aparte de estar encantados de haberse conocido, a nuestros gobernantes lo que más les gusta es sentirse protagonistas y adulados, pero si además no están en inmersos con algún que otro ERE, 3%, o Gürtel, pierden sus traseros por salir en los medios de comunicación. Una buena foto, un primer plano o una «alcachofa» es como tocar el cielo para sus señorías, y más aún con las elecciones a la vuelta de la esquina.

Con la llegada del nuevo barco y su línea diaria a las Baleares, el viaje a la London Word Travel Market, la feria de turismo más importante del mundo, y la construcción de un nuevo hotel en la playa; la alcaldesa de la ciudad, Diana Morant, y sus «consultivos» están que se suben por las paredes de contentos. ¡Ara sí que va de bo! podría ser el apropiado símil valenciano para comprender la enorme importancia que estas tres cuestiones van a tener en la economía y solvencia turística de Gandia y comarca.

En todos los casos, y según palabras de la edil gandiense, el impacto económico va a ser espectacular, y no digamos lo del barco con trayecto diario a las islas, y esta vez no sólo para pasajeros; será mixto, como el sanwich. Benidorm ya tiembla por el nuevo hotel a construir en Gandia. Si a todo esto añadimos lo ya real, como los grandes eventos musicales, buenas comunicaciones, buenos servicios y, sobre todo, el gran y fino arenal, a Gandia turísticamente no habrá quien le tosa.

Utopías a parte, los políticos y sus «alrededores» continúan año sí y otro también vendiéndonos un futuro invernal sin ninguna viabilidad razonable. Pero lo malo de esto es que los muy enredadores también lo saben.

La playa de Gandia ya ha dado todo lo que tenía que dar y, con los errores del pasado incluidos, creo que ha sido mucho y muy bueno. Lo he repetido un millón de veces. Es una playa solo para el verano y algo de primavera-otoño. Como todas las de la costa, excepto Benidorm. En invierno, el «cerrado por vacaciones», el clima y su situación geográfica no lo autorizan.

Los «chispazos» de ocupación de ese periodo (mayores, ciclistas, estudiantes etc) no dejan de ser meras anécdotas sin consistencia real alguna. A la playa lo único que le hace falta para ser casi perfecta es mucha limpieza, mucho mantenimiento, buen alumbrado, algún que otro semáforo (no hay ninguno), menos ruido y aumentar la seguridad ciudadana ya existente y crear empleo estable. Lo otro, viene solo.

Tampoco sé de qué manga se ha sacado lo del impacto económico del barco «anual». Crear empleo no lo va hacer, la carga y descarga no afectará en nada o en casi nada a los trabajadores portuarios, los viajeros en su mayoría no bajan de sus coches ni para comprar tabaco, y menos ahora que está prohibido fumar, los víveres y el combustible de la nave, al tener la base en las islas, los repostan allí. Cuatro fideuás y poco más. Nadie duda que va a ser un atractivo marítimo como lo son, a menor escala, las «golondrinas». Mis razonables dudas sobre el anterior buque que tenía que llenar Gandia de alemanes, el Almudaina Dos, siguen en pie. Con otros navíos, los de carga y descarga, no tengo ninguna duda: a la chita callando crean «impacto» y empleo y, sin embargo, nadie les rinde pleitesía por ello.

Ahora, que la alcaldesa Dña. Diana diga que el barco va a servir o espera que sirva para desestacionalizar la playa, es pasarse un poco de frenada o de navegada, marítimamente hablando.

Lo del desplazamiento a Londres, por mucho que se empeñen los pagadores del viaje, no tiene ningún sentido, y menos impacto económico. Cuatro hoteles no son ofertas. Eso es ir con las manos vacías. Gandia no puede vender lo que no tiene, por muy bonita que sea la playa y sus alrededores. No hay apartamentos para ofrecer y son muy pocas las habitaciones de hotel. El «si hay que ir se va...», como dice Mota, no es suficiente, y más con eslóganes tan simplones como «La Capital del Turismo», «Gandia Excelencia», «Gandia The Best of Valencia» o «Esplendor en el Mediterráneo». Los tres primeros son mentira y el segundo da miedo.

Los grandes impactos económicos de Gandia ya hace años que se vienen produciendo, pero no con la hostelería, que también. Ocurre en nuestros polígonos industriales. Es allí donde se crea empleo real, pero no hay banderas que izar, ni barcos para navegar, ni chiringuitos para «tomar» y menos billetes para viajar. Allí hay trabajo para trabajar, dinero para invertir y, sobre todo, dinero para arriesgar. Cualquier empresa de un polígono, sin ser Dulcesol, emplea más trabajadores que el mayor hotel o restaurante de la playa. De esos empresarios, los políticos se preocupan poco. Menos cuando las elecciones están al caer, como ahora con los nuevos accesos.

Impactos sí, fantasías no. This is the question.