cuentan los más viejos del lugar que en el puerto de Gandia, en un día soleado, una vecina, con la intención de ir a misa, los domingos era casi obligatorio, se dispuso a lavarse en el corral pero un poco más a fondo de lo normal. Preparó un recipiente de zinc, lo llenó de agua de la acequia y le añadió lo que ella creía que eran finas escamas de jabón y se puso manos a la obra. Iba todo más o menos bien hasta que llegó a la zona más sensible. Los gritos de dolor se oían por toda la barriada. Dos de sus hijos, que estaban en la casa, corrieron a su auxilio y al ver tal desaguisado, se pusieron a gritar: ¡aigua a la mare!, ¡socorrooo... aigua a la mare! Poco después llegaron dos vecinas con sendos cubos de agua que, arrojada certeramente, lograron apagar aquel maldito fuego corporal. La pobre señora, con las prisas, confundió las escamas de jabón con sosa cáustica y de ahí la destroza. Este episodio, como el ir por el desierto con cantimplora llena, viene a demostrar lo milagrosa que puede ser el agua.

Anécdota aparte, está a punto de salir, si no lo ha hecho ya, una normativa para mí innecesaria, y me atrevo a decir que ilegal, que recoge la obligación de ofrecer agua del grifo a los clientes de bares, restaurantes y cafeterías. Acogiéndose a no sé qué Ley de Residuos Sólidos y Economía Circular. Lo de la obligación, un auténtico disparate.

Vas sediento por la calle, entras en un bar, cafetería o restaurante y exiges, porque así lo dice la Ley, que te sirvan un vaso de agua. Fresquita si es en verano y del tiempo si es en invierno. Como el dueño, el barman y el camarero no tienen otra cosa que hacer, se pondrán manos a la obra. Cogerán un vaso, eso sí de cristal, abrirán el grifo y con una sonrisa de oreja a oreja te la servirán. Ellos cumplirán con la normativa y, tú te irás bien «saciadito» a tu casa o a seguir paseando el perro. Por ese acto obligado de caridad cristiana, los hosteleros no tendrán ningún beneficio, ya que según la nueva Ley de los del Botànic, estarán obligados a ofrecer agüita en pos de no sé qué prevención de envases o el uso de reutilizables. Una chaladuría más de las tantas que se inventan los ociosos de nuestros políticos. Los experimentos y ocurrencias, creo, mejor con gaseosa.

Lo de obligar por Ley a servir agua de l'aixeta aparte de una gran molestia, sería una auténtica falta de respeto para los profesionales y, sobre todo, un atraco a gota armada.

A don Joan Ribó, alcalde de Valencia, le parece una idea estupenda que los bares, cafeterías y restaurantes ofrezcan agua del grifo a las personas que tengan sed, y así, aunque él no sea creyente, cumplir con una obra de misericordia, la de «dar de beber al sediento». Para que el despropósito sea completo ya sólo falta la de «dar de comer al hambriento».

Él dice, pero de cara a la galería, que cuando va a un restaurante exige agua del grifo porque le da más garantías. Si es así, ya está tardando en instalar grifos de agua por las calles de la capital y, por qué no, algunos también de horchata y deje de opinar sobre los bares, de los que no tiene ni idea de lo que allí ocurre.

Un bar, una cafetería o un restaurante son establecimientos cuyos propietarios y trabajadores soportan una gran presión en el complicado trabajo que desempeñan a diario. Oficio más difícil y estresante que el de la hostelería no creo que haya ninguno. Para que ahora les quieran obligar, por decreto, a servir agua de sus grifos a todo bicho viviente que lo desee.

Eso es un atropello en toda regla que los hosteleros no deben permitir bajo ningún concepto. Otra cosa es, y de hecho ya lo hacen, servir un vaso de agua cuando alguien lo solicita aunque no sea cliente. Salvo alguna excepción, intrusos hay en todas partes, la hostelería y la cortesía siempre han ido bien cogidos de la mano. Hoy, sin bares, cafeterías ni restaurantes no podríamos subsistir. Benito Pérez Galdós, Federico García Lorca, Severo Ochoa o Valle Inclán, entre otros, hacían «vida» en un bar, el Café Gijón de Madrid.

En fin querid@ lector@. Aguas del grifo aparte, le deseo unas felices navidades y que hoy, aunque sea la pedrea, le toque la lotería. Si no es así, ¡salud para todos!, pero sobre todo no perdamos el humor? ¡aigua a la mare!