Todos los núcleos habitados de la comarca, incluso los más dispersos, y los lugares donde se localiza una determinada actividad económica, cuentan con carreteras o caminos que permiten el acceso y el transporte de personas o mercancías. Pero, ¿esto fue siempre así? ¿Y cuál es el origen de estas vías de comunicación? A esta pregunta trata de responder el libro Calçades, camins i carreres. Breu història sobre l'origen de la xarxa viària de les Comarques Centrals Valencianes, obra del arqueólogo e historiador gandiense Joan Negre y editado por el CEIC Alfons el Vell. La publicación, que analiza la historia y el contexto de las vías de comunicación de las actuales Comarcas Centrales, arroja luz sobre cuáles han sido los principales caminos que han atravesado históricamente la Safor.

El autor inició una búsqueda de información a través de diversas fuentes, como la documentación escrita, árabe y latina, la toponimia, que revela el significado de los nombres de lugares, o los principales hallazgos arqueológicos.

Cerca de la Vía Augusta

Aunque, evidentemente, en época prehistórica o íbera debieron existir rutas trazadas por el ser humano, no es hasta la colonización romana cuando se establece una verdadera red de comunicación terrestre. La Vía Augusta, la calzada romana que c0municaba los Pirineos con Cádiz por la costa mediterránea, no pasaba por la Safor, pues desde Valencia se adentraba por las comarcas de la Ribera y la Costera, en un trazado similar a la actual A-7 o N-340, alejándose del litoral. Sin embargo, existían varias vías alternativas que sí discurrían por nuestra comarca. Es el caso de la calzada secundaria que comunicaba la antigua ciudad íbera de Sucro (según algunos autores, cerca de la actual Albalat de la Ribera, aunque otros apuntan a Sueca) con Dénia hasta llegar a Cartagena en paralelo a la costa.

«Uno de los elementos clave de nuestra red viaria es la vía costera que bordeaba las vertientes más suaves de las cordilleras litorales, en el límite de marjales y humedales», explica Negre. «Es un camino que tenemos muy documentado en época romana y medieval, pero a lo largo del cual podemos encontrar yacimientos de épocas más antiguas, lo que nos permite considerarlo como uno de los principales ejes vertebradores de nuestro poblamiento», afirma.

El recorrido que une Rafalcaid (Gandia) con Oliva, que lleva el nombre de camino de la Carrasqueta, Assagador o Camí Vell de Piles, «es un trazado que con seguridad se construyó en época romana y que muy bien podría corresponder a esta vía entre Cullera y Dénia», explica el historiador. Es el ramal costero de la Vía Augusta que, como publicó Levante-EMV la semana pasada, el graduado en Turismo Francesc Romà Torres ha propuesto poner en valor como ruta turística.

Caminos transversales

Además, existían otros trayectos transversales que comunicaban la costa con el interior de la Safor y las comarcas limítrofes como la Vall d'Albaida, la Costera o el Comtat-Alcoià. «También en la época romana y con una importancia capital a lo largo de la Edad Media encontramos el camino que desde el curso inferior del río Serpis se dirigiría hacia la Vall d'Albaida a través del paso del Morquí», señala. Desde allí, «este itinerario se desdoblaría en dos trazados: uno que iría en dirección a Xàtiva, y el otro hacia Ontinyent y Fontanars, puerta de acceso al valle del Vinalopó», comenta Negre.

«Pero si tuviera que destacar un único camino entre todos», advierte, «sería el de la orilla derecha del río Serpis, desde el actual municipio de Vilallonga hasta la desembocadura, porque este sector muestra la ocupación humana más intensa de la comarca, que aprovecha las fértiles tierras entre el río y el mar», agrega.

Aunque esta red básica fue modificada y ampliada en época andalusí y tras la conquista de Jaume I, las líneas maestras ya estaban trazadas. Otro aspecto interesante que revela el libro es cómo la toponimia árabe ayuda a localizar en el mapa por dónde debían de transcurrir algunos caminos. Así, el topónimo massil indicaría un lugar donde poder bajar del caballo, es decir, una parada o posta. De ahí vendría Massalalí, en la Valldigna.

Pero, ¿queda algún rastro de estos caminos antiguos? No se trata de «grandes calzadas amplias y empedradas, como en ocasiones nos transmite el cine o la literatura, sino de firmes construidos con una base de grandes piedras, recubierta de arena y grava, y una fina capa de tierra apisonada en la superficie», apunta el historiador. «Localizar estos vestigios, afectados por miles de reformas a lo largo de los siglos y ocultos bajo capas de asfalto y alquitrán contemporáneos, resulta muy complicado. Más todavía en nuestra comarca, que ha sufrido un impacto industrial y agrícola sobre el paisaje muy agresivo que ha borrado las huellas de estos caminos más antiguos», concluye el historiador.