Si Nochebuena y Navidad son días muy esperados por un gran número de personas es, posiblemente, porque son de las pocos días del año en que se reúne toda la familia. Durante estas fiestas, sin embargo, hay mucha gente en la comarca de la Safor que no tiene la posibilidad ni siquiera de elegir con quién celebra estas jornadas festivas. Son los muchas veces olvidados, aquellos que por no tener, no tienen ni un techo bajo el que vivir.

Cambiar el pasar tiempo con la familia por dedicar tiempo a los más desfavorecidos y a que en una noche y un día tan especial puedan, aunque sea por unos minutos, evadirse de la realidad en la que viven, es, tal vez, uno de los mayores gestos de amor al otro que existe. Esa es la vida del voluntario.

La noche del pasado 24 y la mañana y mediodía del 25 de diciembre una decena de voluntarios de Cáritas dedicaron su tiempo a que 48 personas que viven en la calle tuvieran su Navidad. Como cada año, el Centro de Atención Integral (CAI) que gestiona esta entidad ofreció menús un poco más especiales tanto para los que son residentes (una decena) como para los que utilizan el recurso del Centro de Dia.

Cuando alguien vive en la calle tiene poco que celebrar. Pese a ello, como ayer narraba a este periódico Andreu Ciscar, vecino de Bellreguard que colaboró con Cáritas en Nochebuena, «había alguien que, dentro de lo que cabe, intentaba hace algo de fiesta».

Ciscar explica que se decidió a ir como voluntario porque «mi familia no tenía muy claro si celebrar Nochebuena y yo no quería quedarme sin hacer nada». Entonces fue cuando se le ocurrió que podría aportar su granito de arena en ayudar a los demás. «Se me ocurrió que por estas fechas tan señaladas seguro que había entidades que necesitaban voluntarios. Hice una búsqueda por internet para conocer qué posibilidades tenía cerca de casa y vi que el CAI era una buena opción», explica. Se puso en contacto con los responsables de la entidad, que acogieron la propuesta de muy buen grado.

Era la primera vez que Andreu acudía a hacer de voluntario y se quedó tan impresionado ya tiene el compromiso de volver el próximo día 4 de enero, cuando también el CAI preparará una cena un poco más especial.

Como él, en Nochebuena había otras cinco personas. «Unos preparaban las mesas, otros estaban en la cocina, una compañera pasaba lista y otra chica iba llamando a los internos. Nos organizamos los trabajos», señalaba. Antes pudo conocer el edificio mediante un recorrido en el que fue guiado por representantes de Cáritas a aquellos que era la primera vez que acudían.

Andreu explica que muchos de los usuarios con los que compartió su Nochebuena «eran extranjeros y apenas hablaban por signos» mientras que otros «estaban muy decaídos».

El día de Navidad el número de voluntarios fue de cuatro, que también llevaron a cabo labores de organización y reparto de comida a internos y usuarios del Centro de Día como la noche anterior. En total, durante los dos días fueron 10 las personas que atendieron a los usuarios, tanto residentes como no, del CAI de Cáritas.

Desde que se puso en marcha este centro hace unos años, la entidad también ha trabajado para acercar la Navidad a aquellos que viven en la calle. Lo ha hecho gracias a la labor desinteresada de los voluntarios.