No cabe la menor duda de que Cataluña ha sido siempre una hija fiel y generosa con la madre España, dándole todos sus hijos e hijas más preclaros y preclaras que brillaron a lo largo de su historia. Así se deduce al entrar en un artículo del periodista Antonio Fernández para El Confidencial (https://www.elconfidencial.com/espana/cataluna/2014-06-30/las-teorias-independentistas-que-convierten-en-catalanes-a-personajes-historicos_153935/) y leer: «Las publicaciones del profesor Jordi Bilbeny sostienen que el verdadero nombre de Cristóbal Colón era Joan y descendía de una familia bien catalana. Además, asegura que la partida hacia América se produjo desde el puerto de Pals, en la Costa Brava, y no desde Palos de Moguer.

Bilbeny es un controvertido investigador que se jacta de haber revelado la verdadera identidad del descubridor de América: su nombre era, en realidad Joan Colom i Bertran, nieto del fundador del primer banco público del mundo y antepasado directo del actual presidente de la Generalitat, Artur Mas. El profesor, además, forma parte de un grupo de pretendidos intelectuales agrupados en torno al Institut Nova Història (INH) que defienden que el descubrimiento de América no se llevó a cabo por españoles, sino por catalanes y que una gran conspiración española (de Castilla, para ser más concretos), falsificó la historia para robar la gloria a los verdaderos descubridores. Suya es también la teoría de que La Celestina y El Lazarillo de Tormes son obras catalanas robadas por Castilla.

Las rocambolescas teorías defendidas por supuestos eruditos, refieren, por ejemplo, que el padre Bartomeu Casaus era el verdadero nombre de Fray Bartolomé de las Casas y que Juan Sebastián Elcano era, en realidad, Joan Caçinera del Canós. Incluso hay quien asegura que Hernán Cortés era Ferran Cortès, Miguel de Cervantes era Joan Miquel Servent o Gonzalo Fernández de Córdoba era el almirante Joan Ramon Folc de Cardona».

Pero dejando al margen todas estas abracadabrantes historias, hoy quiero hablarles a ustedes de belenes.

Cuenta don Marcelino Menéndez y Pelayo en su Historia de los heterodoxos españoles, libro imprescindible para conocer la verdadera historia de España, que la tradición belenista en nuestro país se remonta al siglo XIII cuando el conde don Wifredo el Velloso ordenó a su escultor de cámara, Pere Just, la reproducción de las figuras bíblicas que estuvieron presentes en el nacimiento del niño Jesús, que, por supuesto, sucedió en una cueva de la montaña de Montserrat. El escultor realizó un magnífico trabajo y, posteriormente, el pintor Jordi Cuatrecases pintó con brillantes colores las pequeñas figuras espléndidamente dándoles apariencia humana. El maravilloso conjunto belenista fue muy admirado por toda la sociedad catalana, que muy pronto se sintió diferente y superior a los demás pueblos pensando que el hijo de Dios había nacido en una cueva de Montserrat. Fue entonces cuando don Wifredo decidió abandonar el Sacro Imperio Romano Germánico y exigió el derecho a independizarse al emperador Carlos el Calvo. Cosa que por supuesto no consiguió.

La tradición de los belenes pronto se extendió por toda Cataluña y así nació la figura entrañable del «caganer». Pero este asunto provocó el primer conflicto de género en el que se discriminaba a las mujeres, porque los belenistas se negaron en redondo a introducir la figura de la caganera.

A partir del año 1000, «el año del cometa», cuenta Álvaro Cunqueiro que los belenes comenzaron a montarse en el interior de las iglesias, y no era raro encontrar entre sus figuras pastores y pastoras vestidos de moros y judíos, aunque años más tarde, a finales del siglo XVII, fueron prohibidos por la Inquisición.

A partir de 1820 los belenes, de la mano de pequeños artesanos se introdujeron definitivamente en los hogares españoles. Uno de los más fantásticos que recuerdo lo instalaba, a finales de los años 50, don Fernando, el cura párroco de Beniarjó que junto a las figuras clásicas, añadía soldados de plomo, coches, muñequitos y todo tipo de pequeños juguetes.

Hoy, 1200 años después de aquel primer belén que mandó construir el conde Wifredo el Velloso, aparece este nuevo belén que les ofrecemos. Es fruto de estos tiempos paranoicos donde el desvarío político parece haberse adueñado del país.

El niño Jesús es Quin Torra, nacido gracias al diálogo y al matrimonio, rato y no consumado, de una moza y un mozo de escuadra. A su alrededor, un selecto grupo de esforzados caganers abonan, con sus aromas de Montserrat, la tierra feraz y fecunda de Cataluña.

Y para darle mayor realismo a la escena, aparece el presidente Pedro Sánchez, como un auténtico rey Melchor, subido en su camello Falcon. Viene para adorar al niño Dios Torra y ofrecerle oro, incienso, mirra y millones de euros para los sufridos catalanes separatistas.