t odas las personas somos imprescindibles, más aún en nuestro tramo de edad, refiriéndome a las jubiladas. Creo que por naturaleza el hombre trata de despreciar aquello que no ve acorde con sus intereses o no coincide con sus creencias, lo cual provoca la pérdida de muchas posibilidades. Cuando se ofrece algo y no es comprendido o aceptado, debiera ser una norma imperante preguntarse el porqué. Quizás de esa manera pudiéramos llegar a encontrar soluciones a los problemas que diariamente se nos plantean.

Existen desde hace muchos años Asociaciones de Jubilados en casi todos los pueblos de la comarca. Entiendo que están dando un servicio a la población de nuestra edad que antes no existía. Reflexionando sobre este aspecto, caí en la cuenta de un hecho que con el paso del tiempo se me había diluido. He trabajado como psiquiatra toda mi vida. Al principio, los primeros diez años, poco más o menos, aparecían en la consulta muchos casos en los que el problema principal era la «soledad», más frecuentes en personas mayores, hasta el extremo que nos planteamos en más de una ocasión alguna estrategia que paliara esta situación, ya que mejoraría la salud de las personas y disminuiría nuestras consultas. No se llegó a operativizar ninguna en concreto. Con el paso de los años esta necesidad dejó de ser perentoria, lo cual no quiere decir que la soledad haya dejado de ser un problema, pero no es objeto tan frecuente de atención como entonces.

Dándole vueltas a lo que consiguen las Asociaciones de Jubilados he llegado a la conclusión de que su existencia ha actuado beneficiosamente en este sentido. En la actualidad existen las residencias de mayores, que palian las graves situaciones de personas de edad avanzada que carecen de recursos afectivos y físicos, proporcionando un espacio donde no están solos y se pueden relacionar. Pero, por otra parte, para todas aquellas personas autónomas todavía la existencia de los lugares de reunión que proporcionan estas asociaciones están actuando beneficiosamente, proporcionando unos medios en los que se está dando un contacto afectivo y personal de forma diaria, evitando esa situación tan extrema de soledad.

Otro aspecto es el de la prevención. En la actualidad ante cualquier deterioro cognitivo incipiente se recomiendan actividades de memorización. Estas actividades vienen desarrollándose frecuentemente en dichas asociaciones, lógicamente con ayuda de los ayuntamientos, o establecidas en los centros dependientes de la Generalitat (CEAM). Estas tareas que debieran correr a cargo de la Administración Sanitaria, en su vertiente de prevención, no se han tenido nunca en cuenta. Estos talleres, además de retrasar el progreso del deterioro normal por la edad y del que precede a los cuadros más graves, favorece la convivencia entre las personas.

A este respecto una crítica, y creo no equivocarme por la información de la que dispongo, estas actividades son más frecuentadas por mujeres que hombres, lo cual debería ser resuelto. Como digo es un aspecto que hay que reconocer como un claro apoyo a la población que ha dejado de ser productiva, pero que la mayoría todavía está en condiciones de traspasar su experiencia, para lo que únicamente hace falta que nos lo creamos nosotros y lo consideren como positivo nuestros hijos y nietos. La experiencia no la da la formación intelectual y dominio de las últimas técnicas, en lo que ellos nos aventajan en muchas ocasiones, sino en haber afrontado problemas, en ocasiones muy importantes, y haber sabido adaptarnos que es la esencia de la supervivencia.

La gran mayoría de las personas activas esperan con deleite esos días que les permiten descansar, divertirse, vivir unas experiencias distintas a las laborales. Siendo esto así, no es criticable que las personas mayores también lo deseen. Creo que no ha lugar a dudas de que los ambientes actuales (centros sociales, de jubilados, etc.) son más proclives a este tipo de vivencias mejorando la situación vital de aquellas personas que las practican. No podemos ningunear esos centros porque es donde se juega a las cartas, se organizan meriendas y comidas, y bailes semanales, además de otras prácticas, ya que, yo por lo menos, entiendo que es positivo. Todo aquello que hace la vida sea más alegre, puede ayudar a enfocar las dificultades de manera más provechosa.

Entonces, ¿cuál es la actitud de una asociación como la nuestra? Respetar profundamente todas estas actividades como algo que mejora la convivencia e intentar acercarnos desde sus problemas y preocupaciones para que reflejando la realidad se den cuenta de la situación en que se encuentran inmersos, con la pérdida progresiva de aquellas situaciones existentes en su vida anterior y que se han ido diluyendo, concienciándose de la fuerza que tienen para conseguir que tanto sus hijos, como luego sus nietos, puedan disponer de unas condiciones que en la actualidad nos están siendo arrebatadas.

Quisiera pedir un solo deseo: Que a partir de ahora todas las personas nos cuestionemos tanto lo que nos rodea como lo que nos llega como aparente información. La única manera de encontrar respuestas adecuadas viene determinada por la costumbre de preguntarnos el porqué, lo que favorecerá tener un criterio propio, pudiendo llegar a soluciones que, aun no siendo las correctas, podamos corregirlas con esa reflexión continua.