Cuando Joan Cardona accedió a la plaza de técnico arqueólogo en 1985, el Museo Arqueológico de Gandia ni siquiera era un museo. Estaba situado en un bajo de la plaza del Rei Jaume I, o dels colomets, en lo que ahora es la Biblioteca Central, y en su interior se exhibía «un conjunto de colecciones de gente aficionada, sin ninguna organización temática ni cronológica». «Aquello era un caos, igual había una pieza del Paleolítico al lado de material islámico, todo sin limpiar», afirma Cardona.

Aquel año, por primera vez en la historia de la ciudad, el ayuntamiento incorporaba un arqueólogo a la plantilla municipal y el trabajo que le esperaba a Cardona era arduo. No solo porque tenía que reorganizar todo el material custodiado para que tuviera «una coherencia cronotemática y ofreciera una lectura lógica», sino porque desde los trabajos realizados por Luis Pericot en la Cova del Parpalló (1928-1933) no se había realizado en Gandia ni una sola campaña sistemática de excavaciones. La ciudad y gran parte de su término permanecían vírgenes para la arqueología, a la espera de que alguien rescatara de sus entrañas restos y signos que hablaran del pasado.

«Entonces no había ningún control en el núcleo urbano, se han perdido muchos yacimientos», asegura el arqueólogo. Gracias a la concienciación ciudadana y a la legislación en materia de patrimonio histórico, en los últimos años se ha podido frenar la devastación que el desarrollo urbanístico supuso para los vestigios del pasado de la ciudad. El centro histórico de Gandia se declaró zona de protección arqueológica, por lo que propietarios y constructores están obligados a promover prospecciones antes de levantar nuevos edificios. Lo mismo ocurre con los nuevos polígonos comerciales o de servicios como la Vital o Sanxo Llop.

Restos romanos

Gracias a este control, se han podido localizar, por ejemplo, restos de villas romanas como las del Rajolar (donde se ubica Dulcesol) o de Rafalcaid, o talleres medievales de curtidos, alfarería o de extracción de azúcar en el Raval. Todos estos trabajos, realizados por un buen número de arqueólogos además de Cardona, han proporcionado información sobre quién, cuándo, cómo y por qué habitaba lo que hoy es Gandia.

Cardona, ya jubilado, hace un repaso a las actuaciones realizadas bajo su gestión, como las cuatro campañas de excavaciones en el castillo de Bairén y su restauración parcial, o la visibilización del cinturón de murallas de Gandia, o el hallazgo de una villa romana de los siglos II-III junto a la alquería de Rubio, en Beniopa, donde también aparecieron 30 enterramientos colectivos o familiares de época visigótica-bizantina, «los primeros de este tipo encontrados en la Safor».

Una ballena en la Vital

En 2005, Cardona inspeccionó los trabajos previos a la construcción del centro comercial la Vital, y detectó el que sería uno de los principales hallazgos históricos de Gandia: la existencia de un gran yacimiento de cerca de 5.000 años de antigüedad, «una zona de ocupación prehistórica, extensa e intensa, datada en la Edad del Bronce», que investigó un equipo de la Universitat de València y la Diputació de València. «Allí vivieron las primeras comunidades agrícolas, que aprovechaban los recursos del Serpis y del mar». Entre restos de enterramientos, cerámicas y herramientas aparecieron también vértebras de ballena. Toda la zona que rodea la Vital y Sanxo Llop está bajo vigilancia arqueológica y los futuros movimientos de tierras deberán ser inspeccionados. En 2006, Cardona abordó otro yacimiento de la misma época en el Barranc de Beneteixir, en Piles.

También excavó el Morabit, y los restos hallados le reafirmaron en su hipótesis: lejos de ser refugio de un eremita musulmán, el Morabit fue en realidad una nevera del siglo XVIII. Pero sin duda, su gran reto fue la creación del Museu Arqueològic de Gandia (MAGa) en el antiguo hospital de Sant Marc. Diseñó el proyecto museológico y excavó el subsuelo. «Apareció una necrópolis íbera bajo la Sala d'Homes», entre otros descubrimientos.

La plaza que deja vacante Cardona tras su jubilación será cubierta mediante un concurso oposición al que se han presentado 26 aspirantes.