Los cierres de sucursales que se han ido produciendo en los últimos años tienen varios motivos. El principal, sin duda, es la falta de rentabilidad de las oficinas, que en la mayoría de casos son locales alquilados con uno o varios trabajadores, lo que supone un gasto en arrendamiento y suministros, además de salarios. Este fenómeno, que las entidades llamaron «reestructuración», se produjo en su mayor parte en los años de crisis.

Pero existen otros factores: Uno de los más destacados, sin duda, es que cada vez están más extendidas las gestiones a través de las plataformas electrónicas de los bancos, que ya se pueden realizar incluso a través de los teléfonos móviles o tabletas.

El problema aquí está en las personas más mayores o en aquellas que no se desenvuelven tan bien con las nuevas tecnologías, que precisan la atención de un operario para poder realizar sus gestiones.

Por otra parte se encuentran las fusiones entre bancos y cajas, una constante en los últimos años. Estas operaciones provocan que en una misma localidad acaben apareciendo varias oficinas del mismo banco, lo que lleva finalmente al cierre de alguna de ellas y, a su vez, al despido o recolocación de los empleados de las mismas.