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Benirredrà, Sant Llorenç

Benirredrà, Sant Llorenç

A los Climent de Oliva,

padre e hijo, con quienes tanto hablamos de los moriscos.

In memoriam.

Les recomiendo que visiten la Iglesia de Benirredrà. Encontrarán un pequeño templo parroquial con una fachada austera, a la que se adosa un campanario perfectamente restaurado, de notable porte, anunciando lo que Vds. van a encontrar en su interior: cuidado y atención po la arquitectura y por su ornamentación, algo poco habitual en nuestro rico patrimonio histórico.

Vaya por delante nuestro reconocimiento a Antonio Navarro, párroco de Benirredrà, impulsor de la reforma, a Sanchis Ferragud, artesano excepcional, y a Juan Bañuls, quien se encargó de la razón constructiva.

Reconozco mi pasión por la arquitectura -el arte de construir el espacio- y en particular por la restauración, que es como devolver la vida a quienes nos precedieron. Espero perdonen mi atrevimiento al escribir estas líneas sobre ella.

Construido en siglo XVI (1535), el templo ha sufrido importantes reformas a lo largo de su andadura (en el XVII, XVIII y XIX), acumula, pues un sustrato temporal de diferentes generaciones. Su restauración lo ha evidenciado.

La Iglesia responde a un tipo que se dio en llamar contrarreformista, con una nave de bóveda de cañón organizada en tramos resaltados por arcos fajones que arrancan de pilastras con capiteles corintios y capillas entre esos contrafuertes

En el arranque de las bóvedas en cada tramo pueden verse pequeños lunetos que se corresponden con cada una de las capillas, con ventanas que proporcionan la necesaria luz de la iglesia. Así, quedan conformadas tres capillas abovedadas a cada lado, presididas por otras pilastras retiradas que sirven de apoyo a arcos de medio punto. Las capillas están conectadas entre sí por pasos con arcos rebajados.

Al fondo, el altar mayor presidido por la imagen de Sant Llorenç y una pintura espléndida de Cillero (1934-1994), realizada en los años 60 (62?). A su derecha se sitúa el sagrario - Capilla de la Comunión -y en el lado del Evangelio- tal vez la sacristía.

Se ha recuperado la ornamentación existente aparecida tras capas de cal con que se ocultó el incendio de la guerra. Aparecieron esgrafiados (que tuvieron gran desarrollo en la segunda mitad del siglo XVII), florones, estucos diferentes tipos con franjas verticales, con motivos vegetales -se cambiaba la decoración según el gusto cambiante de la época- cornisas de yeso y florones dorados: el mundo barroco con toda su fuerza.

Tomamos, entre todos, la decisión de mostrar todas las capas, devolviendo las imágenes existentes a su color original, recuperando las pérdidas con colores más desvaídos, e incluso dejamos vistas pequeñas franjas que quedaban aisladas. Ninguna invención. La mano del artesano estaba allí y sólo una empresa de artesanos de calidad podía haber resuelto tan dignamente la cuestión.

En su inicio corrían los tiempos de la contrarreforma, 1535, momento convulso en el que la Iglesia frena los tímidos movimientos reformistas protestantes e inicia un proceso de evangelización de los moriscos que habían sido forzados a convertirse10 años antes. Para ello refuerza su presencia a través de la erección de nuevas rectorías de moriscos en la diócesis valenciana, que responden a la reorganización del territorio de Carlos V (Borja Franco) y que conllevaron la construcción de iglesias que se forman ex novo o se reedifican sobre antiguas mezquitas. En las rectorías el párroco adoctrinaba y formaba a los moriscos convertidos años antes.

Estamos ante una más del conjunto de iglesias parroquiales realizadas en la diócesis valenciana del XVI y XVII. Guarda concomitancias con las de otras poblaciones de la Safor: Potries, Almoines, Villalonga? pensamos que ya es momento de estudiar ese conjunto de iglesias nacidas de la contrarreforma ligadas a la crisis de los moriscos que tanta importancia tuvo en estos lares. La cultura de la arquitectura ligada a una forma de ser: la nuestra.

El movimiento alcanzó su culminación con el acceso, treinta y tres años después, al arzobispado de Valencia (1568-1611), de San Juan de Ribera, que se extenderá a lo largo de cuarenta y tres años. Años en que se procederá (1609) a la expulsión de los moriscos, tras intentos fallidos de convertirlos. El Patriarca fue impulsor además del movimiento religioso, de un importante movimiento artístico.

Se perciben, en Benirredrà, las difíciles circunstancias del momento de su nacimiento. Su fachada, sus cubiertas, responden a la arquitectura popular. El Corpus Christi del Patriarca usó imágenes realistas para que el pueblo entendiera la doctrina. En los lugares más humildes, como el que nos ocupa, el ornato vegetal convierte el templo en una especie de salón donde recogerse y olvidar la pobreza, donde el fiel se encuentra, integrado en el mundo de sus vecinos con los que comparte la fe y la esperanza de un mundo futuro.

Con la restauración se ha conseguido la percepción de un espacio unitario, pese a la profusión decorativa de diferentes estilos que responden a momentos distintos. Pensamos en la historia, y sus avatares, en la sistemática negación del pasado, de lo que realizaron los antecesores. La sabiduría del restaurador ha logrado integrar propuestas y realizaciones realizadas a lo largo del tiempo, de forma que todo encaja: resonancia.

Importante también es constatar que las mejores obras son las que se realizan con paciencia, dando tiempo al tiempo, resolviendo las cosas sin la necesidad acuciante de obtener resultados inmediatos. Actitud poco común en los tiempos de hoy que corren veloces.

Y esas dos ideas son las que imbuyó D. Antonio a quienes participamos en la tarea. A él se debe lo mejor de esta obra: la unidad en la diversidad y la calma en la resolución de las situaciones que cotidianamente se nos presentan.

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